Resumen
Este artículo busca explicar la asincronía entre el estrechamiento de las relaciones económicas de China y América Latina y la evolución de la imagen de China en el contexto latinoamericano en el siglo XXI. Esto sugiere que, pese a que los factores económicos son indispensables en la percepción de la imagen nacional, no se puede asumir una relación causal lineal entre ambos variables. Por ello, el artículo adopta la perspectiva de sistemas complejos sobre la base de relajar la suposición de tomar preferencias cognitivas como invariables o exógenas para investigar el proceso de percepción de la imagen nacional combinando estímulos exteriores y cognición interior. La conclusión preliminar consiste en que el desarrollo de las relaciones económicas bilaterales basado en el creciente poder de China dentro del sistema complejo internacional, llevará a una sensación de privación relativa y ansiedad de seguridad entre el público latinoamericano con su preferencia de aversión al riesgo, lo cual causa finalmente resultados no intencionados.
Abstract
This article seeks to explain the asynchrony between the strengthening of economic relations of China and Latin America and the evolution of China’s image in the Latin American context in the 21st century. This article suggests that, although economic factors are indispensable in the perception of national image, a linear causal relationship between the two variables cannot be assumed. Therefore, the article adopts the complex systems perspective on the basis of relaxing the assumption of taking cognitive preferences as invariant or exogenous to investigate the process of national image perception by combining external stimuli and internal cognition. The preliminary conclusion is that the development of bilateral economic relations based on China’s growing power in the international complex system leads to a sense of relative deprivation and security anxiety among the Latin American public with the risk aversion preference, which ultimately causes unintended consequences.
1 Introducción
¿La profundización de las relaciones económicas bilaterales lleva consiguientemente la estructuración positiva de la imagen del país socio económico? En la estructura actual de la economía mundial dominada por la globalización, el ascenso de China ha conducido a una interdependencia económica sin precedentes con otros países, lo cual ofrece respuestas prácticas divergentes a dicha pregunta. Por un lado, en regiones como Asia Oriental, las oportunidades económicas que ofrece China con su mayor potencia económica impulsan la formación de la percepción positiva de China (Zhu et al., 2018). Por otro lado, las evidencias de unos países desarrollados europeos como Alemania, así como la tendencia de Latinoamérica indicaron que la interdependencia económica no conduce necesariamente a la construcción positiva de la imagen del país socio económico y puede incluso provocar su deterioro (Eichenauer et al., 2021; Wang & Li, 2015).
La exploración de la situación de América Latina es de importancia para explicar dicha vinculación. En las décadas pasadas del presente siglo, su cooperación económica se desarrolla a pasos agigantados, y se ha cosechado una serie de frutos. Desde la incorporación de China a la Organización Mundial de Comercio (OMC) en 2001, su comercio bilateral se ha multiplicado por 17 veces (Ellis & Senters Piazza, 2022). Desde 2017, se extendió “la Franja y la Ruta” (BRI) a Latinoamérica, y 21 países de la región han firmado memorandos de entendimiento o documentos de cooperación al respecto con China. El desarrollo de las relaciones económicas también ha propiciado una mejora general de las relaciones sino-latinoamericanas. En esta etapa, casi todos los países de la región, que incluyen gobiernos neoliberales que planean practicar el comercio libre basado en ventajas comparativas, así como otros progresistas que se oponen a la hegemonía tradicional, han colocado en el centro de su agenda el estrechamiento de las relaciones con China de una forma análoga (Slipak, 2014).
A medida que la cooperación bilateral sigue desarrollándose en el siglo XXI, el público latinoamericano reconoce en gran medida a China como potencia responsable y gigante asiático, elogiando su influencia positiva y presentando un panorama mucho más optimista hacia el ascenso de China que el Grupo de los Siete (G7) (Guo, 2016). Empero, desde una perspectiva dinámica, este estrechamiento de las relaciones económicas no ha traído consecuentemente mejora significativa de la imagen de China según estadísticas de la encuesta de Latinobarómetro (Gráfico 1). Respecto al panorama por país dentro de la región, el público de diferentes países latinoamericanos tendió a tener más homogeneidad en su actitud tanto hacia China como hacia los EE. UU., presentando una tendencia de concentración (Gráfico 2). Y consiguientemente, esta evolución de la imagen de China se debe atribuir al cambio moderado del público del conjunto de los países latinoamericanos en vez de al cambio radical ocurrido en unos solos países, lo cual sienta bases para considerar Latinoamérica como un conjunto relativamente homogéneo.

Actitudes hacia China de LATAM (promedio, 2001–2020). *Cada punto representa el promedio del grado positivo de las actitudes generales del público hacia China y los EE. UU. en 18 países de LATAM, que incluyen Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, República Dominicana, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela. En la escala de 1 a 4, 1 corresponde a “muy desfavorable”, 2 a “desfavorable”, 3 a “favorable”, 4 a “muy favorable”. Y cabe mencionar que debido a que no se publicaron datos de encuestas de Latinobarómetro 2019, faltan datos del año referido en el gráfico y las encuestas de Latinobarómetro 2020 es la versión publicada más actualizada. Fuente: Elaboración propia según datos proporcionados por encuestas de Latinobarómetro de 2001–2020.

Actitudes hacia China y EE. UU. de LATAM según país (Promedio, 2001–2020). Fuente: Elaboración propia según datos proporcionados por encuestas de Latinobarómetro de 2001–2020.
¿Por qué el estrechamiento de las relaciones económicas ha fracasado en mejorar la imagen de China entre el público latinoamericano, si bien China es consciente de la necesidad de estructurar buena imagen nacional y promover la unión de la voluntad entre los pueblos en la cooperación económica con América Latina? Partiendo de dicha pregunta, el resto del artículo se estructura en cinco secciones principales: en la segunda se presenta las discusiones sobre factores de influencia de la imagen nacional, y en la tercera se propone el marco analítico desde la perspectiva de sistemas complejos. En la cuarta y la quinta parte se aproxima a la formación de la imagen de China en América Latina aplicando el marco analítico para tratar de responder a dicha pregunta. Por último, se llega a las conclusiones de este estudio. La discusión del presente artículo contribuirá a reflexionar las relaciones entre el peso económico y el prestigio internacional de China y proporcionará una referencia a sus esfuerzos en la diplomacia económica.
2 Revisión bibliográfica
La imagen nacional es una propuesta histórica que va de la mano de la nación, con debates pertinentes que se remontan incluso al discurso de Thucydides (1985) sobre la búsqueda del honor en las actividades diplomáticas de Atenas en la antigua Grecia y hoy en día se trata de una fuerza de influencia que puede repercutir en el poder de un país en el escenario internacional. Se atribuye a la imagen nacional un papel indispensable en la evolución de las relaciones bilaterales hacia conflicto o cooperación, dado que la perspectiva internacional del público juega papel en la orientación de la política exterior del país a que pertenece, lo cual se subraya especialmente en países democráticos o populistas (Lipman, 1922; Milner & Tingley, 2013).
Respecto a los factores de influencia de la imagen de China en Latinoamérica, los variables posibles pueden situarse tanto al nivel individual como al nacional o supranacional. Dado que el presente trabajo se enfoca en la evolución de la imagen nacional en un plazo de tiempo relativamente corto, los factores individuales-demográficos como situación socioeconómica, nivel educativo y región tendrán influencia, pero escaso peso explicativo (Johnston & Ross, 2006). En este sentido, el valor y cultura, el discurso, el tercero y el factor económico son considerados en estudios existentes como factores explicativos importantes.
Primero, el constructivismo considera que la construcción de la imagen del Otro suele implicar una proyección de la propia valía (Boulding, 1959). Los factores culturales y de valor influencian a la concepción de un objeto, y por consiguiente tienen que ver con la identidad y los intereses del sujeto, asimismo producen impacto sutil en la formación de la imagen del Otro. En el caso latinoamericano, la preocupación y alerta hacia forasteros por la historia de ser colonizado y la diferencia cultural y de valores en cuanto a China pueden causar estereotipos (Guo, 2016), lo cual se agrava con la asimetría de la información, que estorba un mejor entendimiento recíproco (Zhu, 2021). Pero también se debe evitar la tendencia de sobrestimar el alcance de la cultura en la opinión pública (Holsti, 2011, p. 189). El hecho de que el público latinoamericano no reconozca los valores o la cultura de China no significa consecuentemente la formación de un prejuicio, porque los latinoamericanos ven a China más bien como una referencia económica, de modo que prevalece en el público una postura pragmática que discierne lo que China puede aportar a su región (Latinobarómetro et al., 2021).
Según el postconstructivismo del discurso, este puede construir la identidad de un individuo, lo cual implica que con el discurso se puede cambiar la percepción sobre otros actores por parte del público y plasmar realidades políticas diferentes (Olson & Fazio, 2001). Por consiguiente, se atribuye la imagen negativa de China a la falta de su influencia comunicativa internacional y a la estrategia comunicativa inapropiada caracterizada por el discurso apasionado y demostración de poder (Zhu, 2014). En lo concerniente a la influencia de un tercero, este factor proporciona una visión más amplia y dinámica, aportando la explicación basada en la influencia estadounidense y el consiguiente vaivén de la postura diplomática latinoamericana (Wu et al., 2016). Pero el dilema al que se enfrentan dichos factores consiste en que el cambio de la imagen china no concuerda ni con la tendencia de creciente influencia del discurso chino, ni con la de la influencia atenuante de los EE. UU. en los tiempos recientes.
El factor económico suele tener centralidad en la explicación de la evolución de la opinión pública (Eichenberg & Russell, 2007), pero las teorías dominantes no han llegado a un consenso sobre la vinculación entre dichos variables. De acuerdo con el liberalismo, el desarrollo de las relaciones económicas supone un impulso indispensable para la estructuración positiva de la imagen nacional, dado que la interdependencia económica puede promover el contacto amistoso y la cooperación, e impulsados por intereses económicos, los individuos racionales desarrollarán una visión positiva de países extranjeros que ofrecen beneficios mediante mecanismo de desbordamiento ideal (idealtional spill-over) (Haas, 1961; Keohane, 2006, pp. 180–181). El constructivismo reconoce también la existencia de esta relación positiva, afirmando que la interdependencia puede disminuir impresiones egoístas de una identidad y ayudar a configurar una identidad colectivista (Wendt, 2014, pp. 334–339). La opinión realista es más negativa y divisiva en este tema. Sostiene que la búsqueda de la seguridad nacional puede influir en la actitud del público hacia las actividades económicas de otros países y que la interdependencia puede traer fricciones y conflictos entre países (Huhe & Tang, 2021; Waltz, 2017, p. 147), aunque también admite que la interdependencia aumenta el coste del conflicto, de modo que amaina la dinámica hostil (Womack, 2019, p. 195). Los neomarxistas afirman que los vínculos económicos transnacionales tienden a concentrar los aspectos negativos en las regiones menos desarrolladas (Dos-Santos, 1999, p. 8) y, por tanto, no contribuyen a la construcción de una buena imagen nacional.
En resumen, las investigaciones existentes suelen adherirse a la tendencia reduccionista y persiguen un análisis causal lineal, que a su vez conduce a explicaciones que no se ajustan a la realidad compleja y heterogénea. En realidad, no suele existir una causalidad necesaria entre la situación real del Estado y su imagen nacional, ni un concierto entre la imagen nacional y la llamada “ontología nacional”. En cambio, se trata de una relación de identificación mutuamente construida (Meng, 2020). En este sentido, la imagen nacional debe ser un concepto relacional o relativo en vez de uno de propiedad, lo cual deja espacio a discusiones sobre la imagen nacional en la interacción social en el nivel nacional y supranacional. En consecuencia, giramos a la discusión del sistema para explicar la evolución de la imagen nacional. Al mismo tiempo de enfocarnos en el factor económico, tenemos en cuenta cómo se entrelaza dicho factor con otros en el sistema y cómo produce el sistema efectos que influencian en la imagen de China.
3 Marco analítico
La teoría de sistemas complejos de Robert Jervis, que incluye niveles del sistema, Estado e individuo, subraya efectos del sistema producidos sobre la base de la estructura y la complejidad del sistema internacional, así como del proceso cognitivo de los actores individuales, lo cual ayuda a explicar la aparición de las consecuencias no deseadas (Jervis, 2020). Tomando como referencia la teoría de sistemas complejos, se propone un marco analítico sobre la formación de la imagen nacional.
Primero, la estructura y la evolución del sistema internacional, así como las interacciones entre los Estados dentro del sistema tienen una relación mutuamente constitutiva y juntas forman un estímulo externo para el proceso cognitivo. Los países se encuentran en un sistema internacional complejo en el que las acciones de cada parte constituyen la base de las acciones de las demás, modificando así el contexto global del sistema (Li, 2015). La interacción económica entre China y América Latina no deja un único efecto a nivel bilateral, sino que provoca múltiples efectos del sistema que incluyen efectos directos o indirectos, intencionales o inconscientes, inmediatos o retrasados.
En el curso cognitivo interior, primero utilizamos la preferencia cognitiva para sustituir la asunción del bien y del mal en la naturaleza humana. Apartamos la suposición tradicional de selección racional al tratar las preferencias como invariables, dadas y exógenas, sosteniendo que el público de diferentes países carece de estructuras cognitivas consistentes, incluida la preferencia por el riesgo, las cuales influencian al público a la hora de entender una información recibida. Para juzgar el tipo de la preferencia por el riesgo de la población entre aversión al riesgo, neutralidad al riesgo y amor al riesgo, es necesario incluir la dimensión temporal en el marco y tomar la memoria colectiva como fuente importante de la preferencia cognitiva. La memoria colectiva se refiere al repartimiento colectivo de convicciones sociales, juzgamiento moral, sentimiento emocional y conocimientos del pasado (Scnwartz, 1982), constituye una reestructuración del pasado partiendo del presente bajo el efecto de acontecimientos catalíticos (Halbwachs, 2002, p. 59). Así pues, la memoria colectiva es fundamentalmente ahistórica, incluso antihistórica, ya que insiste en su presencia continua y definirá verdades eternas y la identidad eterna para los miembros del grupo, es decir, existe una relación circular entre la identidad colectiva y la memoria colectiva (Novick, 2019, pp. 4–8).
En resumen, la cognición pública es una actividad subjetiva que implica la recepción de información externa y la opción por una perspectiva cognitiva basada en los conocimientos previos. Sobre esta base, se genera la imagen de otro país, que contiene dimensiones tanto afectivas como evaluativas (Gráfico 3).

Marco analítico sobre la formación de la imagen de otro país. Fuente: Elaboración propia.
4 Sueño latinoamericano y sensación de privación relativa
La identidad latinoamericana se construye sobre todo con y por las relaciones con los “otros grupos” dentro del contexto de la emergencia y el desarrollo del sistema-mundo capitalista y las consiguientes relaciones de fuerza entre sectores dominadores y sectores dominados (Ramos, 2003). Por ello, el sueño latinoamericano es el deseo de lograr desarrollo. En su tortuoso camino de modernización, los intentos van desde el positivismo, el desarrollismo, el marxismo, hasta el neoliberalismo y el retorno de las ideas de izquierda, etc., tomando principalmente la europeización y la americanización como modelos ideales de la modernidad (Ortiz, 2000). Especialmente las reformas estructurales neoliberales en la década de 1970 bajo la orientación de los EE. UU. marcaron de forma profunda la memoria colectiva del público latinoamericano, y la bancarrota de la mitología del Consenso de Washington provocó su frustración en la búsqueda de desarrollo. Por un lado, las reformas no rindieron mayores ritmos de crecimiento económico de forma estable y sostenible. El crecimiento en promedio del PIB de la región entre 1990 y 2019 fue apenas del 2,7 % anual, la mitad de lo que se había logrado durante el período de industrialización dirigida por el Estado, el 5,5 % anual entre 1950 y 1980 (Ocampo, 2021). Por otro lado, la reforma neoliberal beneficia en su esencia a los EE. UU., acumulando múltiples problemas y peligros para el desarrollo a largo plazo de Latinoamérica, como la exclusión social, la mayor brecha económica, etc.
A medida que la cooperación Sur-Sur se ha convertido en una fuerza importante para el desarrollo equitativo y equilibrado del sistema político y económico internacional, el ascenso de China en el siglo XXI, como la economía de más rápido crecimiento y la potencia en desarrollo que ha hecho mayor impacto y contribución al mundo en este siglo, supone una alternativa, que ha reavivado las esperanzas de desarrollo de los latinoamericanos y ofrece un posible camino desde la “periferia” hacia el “centro” del sistema mundial. Como importante socio comercial y financiero de América Latina, China contribuyó al rápido crecimiento económico de la región durante el quinquenio de 2003–2008 (Wang & Wang, 2014) y el público latinoamericano considera a China como su mejor socio en áreas de infraestructura, comercio e inversión, así como tecnología digital (Latinobarómetro et al., 2021). Además, el público latinoamericano también se siente satisfecho de poder conseguir más productos baratos, disfrutar de más opciones de compra y optimizar rápido tecnologías de los productos autóctonos, de este modo se mejoran su bienestar y condiciones de vida (Gráfico 4). En general, los latinoamericanos están contentos de que la cooperación entre ambas partes les traiga beneficio, les impulse el avance económico y social, así como les promueva la modernización industrial y el empleo, etc. Naturalmente, el público latinoamericano alberga una expectativa de preservar el desarrollo de su propio país mediante la cooperación económica con China, tomándolo como continuación del modelo de desarrollo exitoso de China.

Mayores ventajas del comercio con China en la opinión del público latinoamericano. Fuente: Elaboración propia según datos proporcionados por encuestas de Latinobarómetro 2020.
Este punto de partida cognitivo del deseo de lograr desarrollo del país asentado en la identidad colectiva tiende a activar el mecanismo psicocognitivo del conjunto evocado (evoked set). Cuando el público recibe una información, la interpreta en consecuencia en su marco cognitivo, lo cual puede crear “visión de túnel”, sospechando que los demás tienen las mismas preocupaciones que uno mismo. En este caso, el otro es visto como un movimiento hacia sus propias preocupaciones, ya sea para ayudarlo o perjudicarlo (Jervis, 2003, pp. 216–217). Esto conduce a la preferencia cognitiva de aversión al riesgo, es decir, sólo se aceptan ganancias, y de esta forma, se produce un complejo de privación cuando el comportamiento de los demás no se corresponde con las autoconciencias.
Aunque el público latinoamericano se siente satisfecho en general de la cooperación económica con China, la oferta de valores por parte de China no ha llegado a sus expectativas, por problema de mala calidad y bajo estándar de los productos, lo cual puede explicar el fenómeno de que los latinoamericanos consumen y al mismo tiempo critican los productos de China (Gráfico 5).

Mayores desventajas del comercio con China en la opinión del público latinoamericano. Fuente: Elaboración propia según datos proporcionados por encuestas de Latinobarómetro 2020.
El anhelo de desarrollo no se reduce a obtener intereses económicos, sino que manifiesta la expectativa de hacer su país y región prósperos, superando problema del cuello de botella en el desarrollo. Por lo tanto, el público está interesado en confirmar si las relaciones económicas bilaterales son beneficiosas para aumentar la competitividad de sus propias economías, y presta especial atención al carácter de igualdad del patrón de cooperación. La igualdad es una característica importante del modelo de desarrollo chino. En la Iniciativa para el Desarrollo Global, también hacen hincapié en el menester de apegarse a la inclusión y al progreso común en la comunidad internacional, pero este principio a menudo no es compartido por la opinión pública latinoamericana debido a problemas estructurales del comercio y controversias sociales en las actividades económicas, de modo que la expectativa pública de realizar desarrollo mediante la cooperación no suele satisfacerse completamente.
En general, los mercados emergentes de China y de América Latina son obviamente complementarios en términos de comercio y cadenas de valor industrial, que básicamente siguen una tendencia al alza interanual, lo cual beneficia a la vez a China y a los países latinoamericanos. Al analizar la relación de su país con China, el director de la Agencia de Inversión y Comercio de Argentina también dijo que China es una oportunidad y lejos de ser una amenaza (Diálogo Chino, 2019). Por un lado, la exportación de los productos latinoamericanos a China, como las materias primas, constituye importante fuente financiera para realizar el desarrollo en los países latinoamericanos. Por otro lado, junto con la reestructuración del comercio, existe un mayor potencial para que América Latina amplíe sus exportaciones de productos manufacturados ligeros y pesados a China (Shi, 2019). Pero al mismo tiempo, también se debe reconocer que ambas partes tienen actualmente competencia comercial en la cadena de producción de tecnología media y baja. Por ejemplo, China tiene gran importancia para el desarrollo económico de México, siendo el segundo socio comercial del mismo, la segunda fuente de importaciones y el tercer destino de las exportaciones, pero la feroz competencia bilateral en los últimos años en la industria textil y electrónica hace surgir la rivalidad (Chen, 2011). O sea, unos grupos económicos de capitales latinoamericanos encuentran dañados sus intereses en la cooperación con China y, aprovechando medidas como lobby o medios de comunicación, acusan a China de no respetar los derechos de propiedad intelectual, o del dumping para proteger sus intereses, de este modo deterioran la imagen de China en el público latinoamericano.
Aparte de ello, las polémicas sociales generadas en curso de operaciones de las empresas chinas en la región suelen agudizarse con la interferencia de los países occidentales. Desde la etapa de la colonización europea, América Latina siempre se ha considerado como región subordinada y pasiva, aceptando modelos de cooperación desiguales en beneficio de los países occidentales. Frente al rápido compromiso entre China y América Latina, EE. UU. resaltan argumentos como “América Latina se está convirtiendo en el ‘patio trasero’ de China” (Wu, 2009). Hay quienes también exportan dicha idea aprovechando la memoria histórica de los latinoamericanos y recordándoles que el desarrollo de las relaciones con China puede convertirles de nuevo en un patio trasero “no desarrollable”, con intención de desacreditar e impedir la cooperación sino-latinoamericana. Es más, se habla de la escasa creación de empleo en la localidad por parte de las empresas chinas, de la insuficiente protección laboral, de los despidos ilegales (Liu & Ban, 2021), y del deterioro medioambiental provocado por los proyectos económicos chinos, junto con el desencadenamiento de la reacción pública masiva frente a la producción porcina china en Argentina, dudando su consecuencia ecológica.
En resumen, el desarrollo de las relaciones económicas entre China y Latinoamérica, basado en el ascenso del poderío chino puede activar la memoria colectiva del público latinoamericano relativa al desarrollo. Por eso, al mismo tiempo de reconocer el estatus económico chino y de su rol como socio económico, el público también alberga fuerte expectativa de obtener desarrollo propio. Así se crea una sensación de privación relativa como subproducto bajo la preferencia de aversión al riesgo, lo que en cierta medida contrarresta la percepción positiva de China por parte del público latinoamericano (Gráfico 6).

Formación del “sentido de privación relativa”. Fuente: Elaboración propia.
5 Incertidumbre y ansiedad de seguridad
La autopercepción formada en los altibajos de la evolución histórica está íntimamente relacionada con la percepción de otros países. Cuando las potencias europeas iniciaron el proceso de colonización a gran escala a partir del siglo XVI, los criollos tuvieron una experiencia común de “peregrinaciones de la esclavitud” en el contexto de la discriminación institucional contra América Latina (Wu, 2011, p. 9). Aunque a principios del siglo XIX los países latinoamericanos se independizaron y lucharon por el prestigio y lugar de igualdad en la familia de naciones de América (Morgenthau, 2005, p. 121), no lograron la independencia intelectual dada la identidad ambigua de la élite latinoamericana criolla, ésta presentaba la ambivalencia inherente a la pertenencia a América Latina y a la aspiración a Europa. A nivel de la nación latinoamericana en su conjunto, persistió esta dominación entre el demandante central y el otro marginado, conocido como “colonialidad intelectual” (Mulcahy, 2017). Posteriormente, el control de la matriz colonial de poder se vio sacudido, y se produjo un giro hacia la disociación de la colonialidad (Mignolo, 2019). En este proceso, se desarrollaron ideas relacionadas con la resistencia a la hegemonía gracias a la reflexión de los estudiosos latinoamericanos y se edificaron la identidad propia de carácter periférico y una conciencia claramente crítica y decolonial entre el público latinoamericano, con pretensiones de la autonomía en el plano internacional.
Aunque la población latinoamericana actual no vivió el período de ser colonizada su tierra, esa experiencia ha formado la memoria colectiva y mantiene importante influencia en su preferencia cognitiva, de modo que el público latinoamericano es a la vez deseoso y receloso ante las fuerzas extranjeras que intentan desembarcar en la región (Zhu, 2021). Las analogías históricas son importantes que permiten obtener una visión desde los acontecimientos pasados, pero también pueden ser una pesada carga que lleva a la gente a comparar simple y mecánicamente la realidad con la historia, y como consecuencia, el público es propenso a aplicar las lecciones aprendidas de la historia a escenarios similares y prefiere creer en tales posibilidades (Jervis, 2003, pp. 225–227). En este sentido, la memoria colectiva de colonización conforma la preferencia cognitiva de aversión al riesgo, estando alerta a la posibilidad de generar nuevos lazos de dependencia e intervencionismo.
La interdependencia exige que cada parte presuponga el reconocimiento de su propia imperfección, con posibilidad de desencadenar temor a la falta de capacidad del Estado (Zhang, 2012, p. 462). Esto se agrava con la ambigüedad de la señal de China. En la anarquía internacional, es de por sí difícil identificar las intenciones de los demás, como información privada que sólo conoce una parte, ya que sólo pueden inferirse a través de las acciones y el discurso (Cao, 2020). Influenciados por la noción confuciana de que “el caballero no habla de ganancias”, los chinos tienden a ser vagos en relación con los intereses a la hora de abordar las operaciones económicas. Por ejemplo, sostienen el principio de “anteponer la justicia a la ganancia”, por supuesto, esto no significa que no tengan la intención de ganar, sino que cuidan mucho la reputación internacional y que pueden ganar de las externalidades positivas en el proceso de construir buena imagen nacional. Pero debido al mensaje ambiguo y prejuicio, la coherencia cognitiva es difícil de variar e incluso va fortificándose, con el público aferrándose más a sus puntos de vista aprendidos en el pasado. De este modo, se lleva al público latinoamericano a desconfiar de las intenciones de China de desarrollar relaciones económicas en su tierra, con preocupación de perder su autonomía. Por consiguiente, aunque se promueven las relaciones económicas sino-latinoamericanas bajo el marco de la cooperación Sur-Sur, son consideradas como una versión asiática de la Doctrina Monroe (Slipak, 2014). O sea, la presencia económica de China en Latinoamérica ha puesto de manifiesto los problemas propios de la región, llevando a los pobladores locales a cuestionar la incapacidad de sus gobiernos de proteger los intereses de sus ciudadanos frente a la influencia de China (Armony & Velasquez, 2015). De esta forma, el público latinoamericano, mientras se incrementan las actividades económicas de China en América Latina, se siente más inquieto frente a los intereses globales de China. Según César Gaviria, secretario general de la Organización de Estados Americanos, “el temor a China está flotando en el aire” (González Manrique, 2004).
Aparte de ello, en el sistema internacional, el evolutivo ascenso de China, como “competidor de ritmo” (pacing competitor), genera inevitablemente transferencia de poder, un estado inestable del sistema internacional que permite poseer menos información, con reducción gradual de la brecha de poderío entre China y EE. UU. En este contexto, dados los únicos valores geopolíticos y económicos de América Latina, la relación triangular EEUU-China-LATAM presenta interacciones complejas en materia de la economía. Las relaciones existentes, potenciales y deseadas entre cualquier par de Estados afectan y se ven afectadas por la relación de cada parte con terceros.
El esfuerzo de China por estrechar sus relaciones económicas con América Latina desencadena paulatinamente preocupación y aversión de EE. UU., quienes tienen importantes interés, rol e influencia tradicionales en la misma región, por tanto, sostienen la idea de que China está intentando conquistar el liderazgo regional. En 2013, la participación económica de China en dicha tierra no suponía aún una amenaza y se hablaba de ganar-ganar en las interacciones entre ambas partes (Agencia Xinhua, 2013). Pero por la extensión de BRI a América Latina, Rex Tillerson, ex-secretario de Estado de EE. UU., advirtió a los países latinoamericanos de la excesiva dependencia de los lazos económicos con China, declarando que la región no necesitaba nuevas potencias imperiales (Reuters, 2018). Esta tensión se agravó con la erupción de la pandemia del coronavirus a medida de la exposición de las deficiencias de la gobernanza mundial y de la aceleración de la reconfiguración internacional.
Los EE. UU. pueden moldear la estructura cognitiva del público latinoamericano a través de la filtración y distorsión de la información. La cobertura de informaciones de China sobre América Latina suele proceder directamente de medios occidentales como la agencia de noticias española EFE, la estadounidense Associated Press, la francesa AFP y la británica Reuters, y los medios latinoamericanos en su mayoría están en dominio de las élites formadas en Occidente, todos ellos tienden a vilipendiar a los países que no se ajusten a la ideología occidental, tildándoles de representantes del “mal” bajo la influencia de la narrativa occidental, mientras que los periodistas latinoamericanos acreditados en China son crónicamente escasos (Guo, 2016).
Desde el punto de vista de las relaciones triangulares, aunque las interacciones entre China, Estados Unidos y países de América Latina no pueden clasificarse simplemente como triángulo romántico o de matrimonio como lo que propuso Lowell Dittmer (1981) debido a la heterogeneidad entre países latinoamericanos, dichos enlaces constituyen indudablemente un triángulo asimétrico trilateral. En dicha combinación de poderes, los países latinoamericanos son actores con menos poder. Tal disposición acrecienta en el público latinoamericano incertidumbre, con el temor de la pérdida de la autonomía y de los intereses ganados de las relaciones existentes entre EE. UU. y América Latina. Por ello, el público latinoamericano intenta dudar de la intención de China y predecir sus acciones futuras, con sospecha de que la cooperación económica bajo el marco Sur-Sur huela a alianza y temor de que China trastorne el orden mundial con su desarrollo militar (Ospina Estupinan, 2017). Esta incertidumbre también se refleja en su grado de confianza relativamente bajo en las Fuerzas Armadas de China (Gráfico 7).

Confianza en las fuerzas armadas de EE. UU. y de China. Fuente: Elaboración propia según datos proporcionados por encuestas de Latinobarómetro 2020.
En síntesis, el sufrimiento de la colonización forma en la memoria colectiva del pueblo latinoamericano la preferencia de aversión al riesgo, con alerta hacia potencias extraterritoriales. Esta memoria colectiva se activa en el desarrollo de sus relaciones económicas exteriores, ya que implica la seguridad y suerte de esos países, lo cual hace que China siga siendo vista en gran medida como una otredad pese a sus similitudes con respecto a América Latina. Por un lado, en la estructura anárquica internacional, debido a la interdependencia económica y la ambigüedad de la señal china, el público latinoamericano es propenso a dudar de las intenciones de las actividades económicas de China y concede especial atención a pérdidas de sus beneficios y autonomía en el proceso. Por otro lado, en las interacciones trilaterales asimétricas EEUU-China-LATAM bajo el contexto de la transferencia del poder, el discurso y las acciones de los EE. UU. como país tercero con fuerte influencia acentúan la inquietud del público latinoamericano. Como consecuencia, bajo el mecanismo psicológico de analogía histórica y coherencia cognitiva, se genera un círculo vicioso de sospecha de las relaciones económicas sino-latinoamericanas, en el cual se intensifica la imagen alarmante de China y resulta difícil que China mejore tal imagen valiéndose sólo de los intercambios económicos (Gráfico 8).

Formación de la “ansiedad de seguridad”. Fuente: Elaboración propia.
6 Conclusiones
Este artículo ha tratado de explicar ¿por qué los crecientes lazos económicos entre China y América Latina no han logrado mejorar la imagen de China entre el público latinoamericano? Como la imagen de otro país se forma en un proceso sistemático con variables multinivel, este estudio formula un marco analítico desde la perspectiva de sistemas complejos para analizar los múltiples efectos causales en interacciones entre variables.
Sobre base de las indagaciones realizadas, sacamos la conclusión de que la evolución de la imagen de China en América Latina no deja ver un sentimiento hostil o anti-chino guiado por el juicio del público, sino que se concierne más a un estado primario y natural del nacionalismo de dicha región, con manifestación de la lucha por la autonomía regional y la búsqueda del desarrollo regional (Li, 2016). Además, el análisis revela que la complejidad de la percepción de la imagen nacional se muestra tanto en las informaciones recibidas al respecto, como en el proceso de la cognición interior. Primero, en el sistema complejo internacional, los intercambios bilaterales pueden provocar efectos indirectos, retrasados e inconscientes, y al mismo tiempo se producen cambios por parte de otros actores internacionales, así como evolución de la configuración mundial. Los efectos del sistema juntos constituyen un estímulo exterior para el proceso de cognición. Segundo, en distintas estructuras cognitivas, pueden producirse diferentes percepciones de otro país aun con la misma información recibida. Esto también nos exige reconocer el rol fundamental de la identidad y la memoria colectivas en la percepción de la imagen nacional, percepción que se refleja principalmente en la preferencia de riesgo, clasificada entre aversión al riesgo, neutralidad al riesgo y amor al riesgo. Esta abstracción de la memoria colectiva también puede sentar base al estudio comparativo de la imagen nacional, evitando atraparnos completamente en la particularidad de la memoria colectiva de diferentes países.
En resumen, la discusión en torno a la imagen nacional requiere de un pensamiento sistemático, o sea, complejo. Por tanto, si bien los factores económicos son importantes para explicar la construcción de la imagen de China, no se puede esperar que funcione simplemente una relación lineal y positiva entre ambos aspectos, hace falta tomar en cuenta múltiples elementos del sistema.
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Research funding: None declared.
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Author contributions: All authors have accepted responsibility for the entire content of this manuscript and approved its submission.
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Competing interests: Authors state no conflict of interest.
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Informed consent: Informed consent was obtained from all individuals included in this study.
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Ethical approval: The local Institutional Review Board deemed the study exempt from review.
Referencias
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