Resumen
Desde hace más de una década, China ha sido un actor clave en la relación comercial y política con América Latina. ¿Qué ha motivado la presencia China en América Latina? ¿Y cuáles son los cambios y las continuidades a lo largo del tiempo? Este trabajo ha abordado estas cuestiones desde una perspectiva histórica. Adoptando una metodología deductiva, el análisis señala que los Cinco Principios de Coexistencia Pacífica y la política de Una Sola China han mantenido su coherencia y relevancia en la relación exterior china con América Latina. Al mismo tiempo, se ha identificado cuatro cambios notables: 1) se ha pasado de la indiferencia ideológica inicial a un compromiso económico cada vez más fuerte; 2) se ha producido una transición del auge de las materias primas a un portafolio más diversificado con un mayor énfasis en la tecnología y la innovación; 3) China ha pasado de ser un N orm-Taker a un N orm-Maker en el escenario internacional; 4) se ha pasado de un enfoque predominantemente bilateral a uno más multilateral.
Abstract
China has been a key player in the commercial and political relationship with Latin America for over a decade. What has motivated China’s presence in Latin America? And what are the changes and continuities over time? This article has addressed these issues from a historical perspective. Adopting a deductive methodology, the analysis indicates that the Five Principles of Peaceful Coexistence and the-One China policy have maintained their coherence and relevance in China’s foreign relations with Latin America. At the same time, four notable changes have been identified: 1) there has been a shift from initial ideological indifference to an increasingly strong economic commitment; 2) there has been a transition from a focus on commodities to a more diversified portfolio with a greater emphasis on technology and innovation; 3) China has gone from being a “Norm-Taker” to a “Norm-Maker” on the international stage; 4) there has been a shift from a predominantly bilateral approach to a more multilateral one.
1 Introducción
En comparación con los vínculos bien consolidados con países asiáticos vecinos y con África, en las últimas décadas los vínculos de China con América Latina han empezado a atraer la atención mundial. Con la entrada de China a la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 2001 y el impulso de la modernización de cara a las necesidades nacionales, el comercio de China con América Latina aumentó drásticamente. Después de la crisis mundial económica y financiera de 2008, el capital chino, en forma de préstamos, ayudas e inversiones, se ha hecho sitio en la región en las áreas de energía, agricultura o infraestructuras, así como en las industrias de fabricación, alta tecnología e información, etc. Además de un incremento de las visitas de altos oficiales y de compromiso bilateral o multilateral, el Gobierno chino publicó dos documentos en relación con América Latina, en 2008 y 2016 respectivamente, que manifestaban la importancia estratégica que tiene la región para Pekín. En un entorno internacional complejo, la relación entre los dos lados del Pacífico ha entrado en una era plural y dinámica sin precedentes.
A nivel global, China se ha fortalecido significativamente y se ha erigido como la segunda mayor economía del mundo. Mientras tanto, el despliegue de la economía de China en el Sur Global ha sido paralela a la crisis del modelo de desarrollo neoliberal, el cual es incapaz de generar un nuevo impulse de crecimiento. La región de América Latina es parte de la agenda china que ha animado a desarrollar relaciones Sur-Sur mediante mecanismos bilaterales o multilaterales. Este artículo intenta, primero, identificar los cambios y las continuidades de las relaciones entre China y América Latina en diferentes etapas históricas, y luego, analizar las motivaciones y los cálculos estratégicos que hay detrás de los cambios y las continuidades.
Varios estudios han examinado las relaciones entre China y América Latina desde una perspectiva histórica. Por ejemplo, Mora (1997) dividió el período de 1949 a 1997 en dos fases: la primera fue de indiferencia e ideología (1949–1969), y la segunda de intercambio diplomático y económico (1970–1997). Además, Mora dividió cada fase en intervalos más cortos de alrededor de diez años, incluyendo el bloqueo y la diplomacia cultural (1949–1959), la Guerra Popular y la ruptura chino-soviética-cubana (1959–1969), la diplomacia tranquila y la normalización de las relaciones (1969–1978), la modernización y la apertura (1978–1989), el período posterior al incidente de Tian’anmen y la crisis del estrecho de Taiwán (1989–1997).
Por su parte, Zheng et al. (2019) revisaron los 60 años de relaciones entre China y América Latina, divididos en cinco fases desde la fundación de la República Popular China (RPC). Las dos primeras décadas de dichos tiempos se caracterizan por contactos no oficiales (1949–1969), seguidas de un auge de establecimiento de relaciones diplomáticas durante 1970–1977. Tras la Reforma y Apertura de China, las relaciones entraron en una tercera etapa de igualdad, beneficios mutuos y desarrollo común (1978–1992), y en una cuarta etapa de relaciones estables a largo plazo (1993–2000). Al entrar en el siglo XXI, las relaciones pasaron a una nueva fase de desarrollo con “nuevas relaciones bilaterales de múltiples niveles, de amplio alcance e integrales, en las que participan tanto el gobierno como el pueblo”.
Leiva (2017) se centró en las relaciones entre China y América Latina durante los primeros dieciséis años del siglo XXI. El año 2001 marcó el inicio de un proceso sin precedentes e intensificado, seguido de una fase económica entre 2001 y 2008 y una fase de poder blando entre 2008 y 2013. Desde que Xi Jinping asumió la presidencia en 2013, las relaciones bilaterales han entrado en una nueva fase integral que va más allá del comercio y el poder blando, incluyendo las dimensiones política y militar-estratégica.
Esos estudios tienen una diversidad temática. Se enfocan en aspectos políticos, económicos, culturales y sociales de las relaciones entre China y América Latina, lo que permite tener una visión completa y multifacética de las mismas. La mayoría de los estudios divide un periodo de tiempo en diferentes fases en orden cronológico. Algunas divisiones destacan el ajuste de las políticas exteriores de China y de los países latinoamericanos, y otras se enfocan en los cambios en la estructura del sistema internacional, así como la influencia de actores externos tal como Estados Unidos. La literatura existente permite identificar los factores que han impulsado o limitado el acercamiento entre China y América Latina también muestra cómo la creciente importancia de China como potencia económica y su interés por asegurar el acceso a recursos naturales y mercados emergentes ha sido uno de los principales motores del acercamiento con los países de la región. Además, se han señalado que existen barreras culturales y políticas que restringen la marcha de estas relaciones.
Sin embargo, en la literatura existente carecen un enfoque claro de las continuidades y cambios de la política exterior de China hacia la región a lo largo de las últimas décadas, y una revelación de los factores que hay detrás de los cambios y las continuidades. Este trabajo intenta llenar este vacío bibliográfico adoptando una metodología deductiva en vez del método tradicional de enumerar una serie de eventos históricos. El resto del artículo se estructura en cinco secciones. La primera señala la doctrina rectora de la política exterior de China hacia América Latina, doctrina que permanece constante a lo largo de tiempo. De la segunda a la quinta, se identifican cuatro cambios principales de la política exterior de China hacia la región. La última sección resume los resultados del análisis y concluye el trabajo.
2 Los Cinco Principios de Coexistencia Pacífica y la política de Una Sola China
La política exterior de China hacia América Latina se rige por la doctrina de la “Cooperación Sur-Sur” basada en los “Cinco Principios de Coexistencia Pacífica”, que se mantiene constante desde la fundación de la RPC (Chen, 2021). Estos principios fueron originalmente concebidos por China e India en 1954 durante sus negociaciones sobre la cuestión territorial tibetana y consisten en el respeto mutuo en la soberanía y la integridad territorial, no agresión recíproca, la no injerencia en los asuntos internos de la otra parte, la igualdad y la cooperación con beneficio mutuo, y la coexistencia pacífica. Los Cinco Principios se dieron a conocer en la Conferencia de Bandung en 1955, donde China y otros 28 países del Sur Global se reunieron para fomentar la solidaridad y promover la cooperación económica y cultural. Desde entonces, estos principios se han convertido en la doctrina rectora de la política exterior china.
A pesar de los cambios en el entorno internacional y en las políticas chinas, los Cinco Principios permanencen. Ofrecen una alternativa a la concepción estadounidense del orden mundial, si bien los regímenes e instituciones internacionales miran a menudo los intereses y valores de Estados Unidos. El diseño alternativo de China por la paz mundial hace hincapié en la soberanía igualitaria e inviolable de todos los estados, grandes o pequeños, occidentales o no occidentales, ricos o pobres, democráticos o autoritarios, cada uno de los cuales puede gestionar su propio sistema como considere oportuno, independientemente de que sus métodos se ajusten a las normas occidentales.
Una expresión reciente de esta idea es el concepto de “construir una comunidad de futuro compartido para la humanidad” articulado por el líder chino Xi Jinping. La iniciativa igualmente insiste en que todos los países tienen la misma soberanía y dignidad—ninguno puede intervenir en los asuntos internos de los demás—; que los países deben gestionar conjuntamente los asuntos globales de forma democrática, en lugar de hacerlo según dictamen de los estados más poderosos; que los países deben entablar una “cooperación en la que todos ganen” para “construir un mundo de prosperidad común”; y que los países deben tratar la diversidad de civilizaciones “no como una fuente de conflicto global sino como un motor que impulse el avance de las civilizaciones humanas” (Khan et al., 2021).
En la actualidad, China sigue haciendo referencia a esos principios en documentos oficiales y discursos dirigidos al mundo. El segundo documento de política focalizada a América Latina lo sacó a la luz el Gobierno chino en 2016, señala que “apegarse al principio de igualdad y apoyo mutuo sincero es la premisa fundamental del desarrollo de las relaciones entre China y América Latina y el Caribe” (China, 2016).
La política de “Una sola China”, según afirmaciones de Pekín, establece que la RPC es el único Estado soberano y el único Gobierno legítimo bajo el nombre de China, y que Taiwán es parte inalienable de China. Esta política se basa en el principio de respeto mutuo por la integridad territorial, que forma parte de los referidos Cinco Principios.
La opinión generalizada es que los crecientes vínculos económicos de China con el exterior se han convertido en una de las principales fuentes de su creciente influencia internacional. Se considera que China va intensificando los vínculos económicos para reforzar su influencia internacional, y estos le sirven como una herramienta de política económica más que como un mero apoyo a actividades comerciales. Según esta teoría, los gobiernos extranjeros, temerosos de distanciarse de un importante socioeconómico, se muestran más reacios a desafiar a China, especialmente en la cuestión de Taiwán. Por un lado, los lazos económicos pueden ser una fuente de poder de negociación directo, al proporcionar a Pekín más herramientas con las que recompensar el cumplimiento o castigar el incumplimiento de las políticas preferidas por China. Por otro lado, los lazos económicos pueden generar grupos de interés entre los países que se adhieren económicamente a China. En los países con amplios vínculos económicos con China, una coalición de intereses económicos—como las empresas que exportan e invierten en China, o que dependen de los productos, la inversión o la ayuda chinos—debería preferir firmemente mantener relaciones estables y pacíficas con China.
En América Latina, el principio de “Una sola China” suele atraer mayor atención debido a la importancia de la cuestión de Taiwán. En el pasado, América Latina fue la región donde una parte de países mantenía lazos oficiales sólidos con Taiwán. De 2016 a 2023, cinco países latinoamericanos han abandonado sus relaciones diplomáticas con Taiwán para establecer relaciones diplomáticas con Pekín: Panamá (2017), República Dominicana (2018), El Salvador (2018), Nicaragua (2021) y Honduras (2023). En el futuro los “Cinco Principios de Coexistencia Pacífica” y la política de “Una sola China” continuarán rigiendo la política exterior de China.
3 De la indiferencia ideológica al compromiso económico
Después de la Segunda Guerra Mundial, hubo pocos contactos oficiales entre China y los gobiernos latinoamericanos. Los intercambios sólo tuvieron lugar en sectores no gubernamentales durante los primeros veinte años de la RPC. Para contrarrestar las dificultades con el fin de establecer lazos oficiales con América Latina, China inició y promovió intercambio de visitas entre China y América Latina de individuos y delegaciones de grupos políticos, económicos y culturales. Los intercambios no gubernamentales sirvieron de desvío estratégico para la Nueva China mientras esperaba y buscaba avances políticos en sus relaciones diplomáticas con la región (Zheng et al., 2019).
El primer país de América Latina que estableció contactos formales con China es Cuba tras su victoria revolucionaria en 1959. Para China, la revolución cubana tenía un carácter muy similar a la china: ambas luchas armadas por la liberación del pueblo. Por ello, Pekín creía que sería posible replicar las victorias comunistas china y cubana en otros países de América Latina para derrotar la “dominación imperialista y colonialista” de Estados Unidos en la región (Mora, 1997). La afinidad ideológica también propició el intercambio comercial. China proporcionó apoyo material a Cuba comprando 50000 toneladas de azúcar. Ambas partes firmaron un acuerdo comercial de cinco años y algunos contratos comerciales en julio de 1960 (Zuo, 2010). Ese mismo año, el comercio con Cuba representaba más de tres cuartas partes del comercio de China con América Latina.
Sin embargo, si observamos el comercio entre China y toda la región en las referidas dos primeras décadas, podemos comprobar que el volumen comercial era insignificante (véase Figura 1) y se concentraba en pocos países. Varias razones explican este fenómeno. En primer lugar, como ya se ha mencionado, existían pocos contactos oficiales entre Pekín y los gobiernos latinoamericanos, aunque Cuba extendió el reconocimiento diplomático de la China comunista en 1960. Esto ocurrió como resultado de la hostilidad ideológica en el período de la Guerra Fría. Para China, América Latina era una región dentro de la esfera de influencia de Estados Unidos en términos de la “doctrina Monroe”. El embargo estadounidense sobre el comercio con el régimen comunista disuadía a sus “aliados” de entablar relaciones comerciales con China. Además, era difícil para China establecer relaciones significativas en una región gobernada por gobiernos conservadores o reaccionarios. América Latina, por su parte, desconfiaba de las actividades chinas, manteniendo las distancias con Pekín.

Evolución del comercio bilateral entre China y América Latina durante 1950–2018 (en milliones de dólares). Fuentes: datos entre 1950–1990 con intervalos de cinco años extraídos de (Jiang, 2006); datos entre 1992–2018: cálculo de la autora basado en los datos de World Integrated Trade Solution.
En segundo lugar, la distancia geográfica provocaba unos costes de transporte de mercancías muy elevados, lo que dificultaba los intercambios comerciales entre los socios comerciales separados por el Océano Pacífico. El desconocimiento cultural de ambas partes también imponía barreras para establecer la confianza.
En tercer lugar, tanto China como América Latina eran economías subdesarrolladas y pobres del Tercer Mundo, por lo que no había compatibilidad económica. Es decir, China producía pocos de los bienes industriales que los países de América Latina y el Caribe querían adquirir desde fuentes externas. Del mismo modo, América Latina producía pocos bienes que China necesitara realmente, o que China no pudiera adquirir en otros lugares a precios más bajos.
Por último, la necesidad de concentrarse en los problemas internos y en los asuntos regionales fue otro impedimento destacado para el desarrollo de las relaciones económicas, ya que ni una ni otra parte podía dedicar mucha atención ni cuantiosos recursos a la otra parte (Choo, 2009; Mora, 1997).
Las buenas relaciones que trajo la afinidad ideológica no duraron mucho. El conflicto sino-soviético de los años sesenta provocó un cambio significativo en la política exterior china. Con el fin de obtener más independencia política y económica, China abandonó su percepción de las relaciones exteriores, propia de la era de la Revolución Cultural, y la hizo mucho más pragmática y flexible. El reconocimiento por parte de Chile a la RPC se puede interpretar como la transición de un momento ideológico a un periodo orientado a la política y la economía. En 1970, semanas después de ser investido presidente de Chile, Salvador Allende, como cabeza de una coalición socialista-comunista, estableció relaciones diplomáticas con China. Cuando el gobierno militar anticomunista del general Augusto Pinochet, tres años más tarde, derrocó a Allende, Pekín no dudó en reconocer al nuevo régimen. En pocos años, los vínculos gubernamentales y no gubernamentales habían vuelto a los niveles previos al golpe de estado (Mora, 1997). A partir de entonces, China empezó a desarrollar relaciones diplomáticas y económicas con los gobiernos latinoamericanos, independientemente de su filiación ideológica o política. Este proceso fue acelerado por dos acontecimientos importantes de la historia que cambiaron completamente la política global: el acercamiento sino-americano y la vuelta de China a las Naciones Unidas.
Aunque los principales gobiernos sudamericanos, Brasil y Argentina, reconocieron a la República Popular China después de la histórica visita del presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, a Pekín, el momento específico del desarrollo de las relaciones brasileñas y argentinas con China “se debe más al intento de los países sudamericanos de equilibrar el poder de Estados Unidos en la subregión que al hecho de seguir el liderazgo de Estados Unidos” (Domínguez et al., 2006).
En 1974, el presidente Mao presentó su teoría de los Tres Mundos, afirmando que toda Asia (excepto Japón), África y América Latina pertenecen al Tercer Mundo, es decir, el mundo en vías de desarrollo. La teoría del “tercer mundo” no sólo representaba un proyecto político contra la hegemonía de las dos superpotencias, sino también una manera no occidental de entender las dinámicas de la política mundial. El deseo de varios gobiernos latinoamericanos de diversificar sus relaciones políticas y comerciales facilitó que China fomentara el desarrollo de relaciones más estrechas con la región. Después de estar mucho tiempo excluida y aislada del sistema internacional establecido después de la II Guerra Mundial, China anhelaba acceder a fuentes y mercados internacionales. Por otra parte, Pekín también intentó ganarse el favor de América Latina “reivindicando las cuestiones económicas Norte-Sur, reforzando la cooperación Sur-Sur y mostrando su apoyo a varias cuestiones de interés económico y regional para el liderazgo en América Latina” (Acharya & Buzan, 2019).
4 Del boom de las materias primas a un portafolio diversificado
Con el desarrollo económico como prioridad principal, el esfuerzo de China por incrementar las relaciones internacionales es motivado por la necesidad y el deseo de ampliar los vínculos económicos con diferentes países y regiones. América Latina no sólo constituye un mercado potencial para los productos chinos, también una tierra vasta con abundantes recursos naturales de que necesita el crecimiento económico de China. El comercio internacional se convirtió en el pilar más importante de la nueva estrategia de desarrollo de China, le facilitó y aceleró la industrialización.
Tras el final de la Guerra Fría, junto con el rápido desarrollo de la globalización y la profundización de la integración de la economía internacional, China y América Latina encontraron nuevos intereses compartidos. En la década de 1990, un mayor número de maquinarias y productos electrónicos procedentes de China comenzaron a llegar a América Latina. Aunque todavía es comparativamente bajo, el comercio sino-latinoamericano como porcentaje del comercio total de China con los países en desarrollo representa el 4,2 %, sólo superado por el comercio sino-asiático.
El gran éxito de China en la Reforma y Apertura atrajo e influyó en muchos países de América Latina, los cuales concedieron gran importancia al fortalecimiento de las relaciones bilaterales y multilaterales. En noviembre de 1993, China firmó un acuerdo de asociación estratégica con Brasil, el primer país del mundo en recibir el reconocimiento de China como socio estratégico. China también participó en los canales multilaterales oficiales, como el Grupo de Río, Mercosur y otras organizaciones regionales, a través de mecanismos de diálogo y consulta. En cuanto a la inversión, la mayor parte del flujo de capital chino se dirigió a los recursos naturales. En 1992, la empresa minera china Shougang compró Hierro Perú por 120 millones de dólares, una de las primeras inversiones en el extranjero realizadas por una empresa estatal china. En un sentido más amplio, América Latina fue testigo de un desplazamiento del papel preponderante de los países occidentales, incluido Japón, hacia “una dominante República Popular China, que pasó de tener una presencia insignificante a representar el 50 % del comercio en 2010” (Moreira et al., 2012).
La política china de “salida al mundo”, iniciada en 1999, es una estrategia para animar a sus empresas, especialmente las estatales, a que inviertan en el extranjero. En América Latina, la inversión extranjera directa (IED) de China se destinó a grandes proyectos de infraestructura relacionados con materias primas. Una combinación de IED y de préstamos de bancos de desarrollo procedentes del Banco de Desarrollo de China y del Banco de Exportación e Importación de China se destinaron a varios países de América Latina para construir puertos, carreteras, ferrocarriles, presas y centrales nucleares.
Desde la incorporación de China a la OMC, la economía emergente mayor del mundo empezó un súperciclo de crecimiento que se mantuvo hasta la crisis financiera de 2008. El boom de las materias primas convirtió a China en un importante socio comercial, inversor y acreedor que ayudó a América Latina a mantener su crecimiento incluso después de la crisis económica de 2008. Mientras tanto, la región se convirtió en el socio comercial más dinámico de China porque las numerosas materias primas y oportunidades de mercado en América Latina podían impulsar el crecimiento y el desarrollo. Además, el entorno exterior también contribuyó a la relación sino-latinoamericana. Después de los atentados del 11 de septiembre, Estados Unidos, preocupado por las guerras en Oriente Medio, estaba demasiado ocupado llevando a cabo campañas internacionales contra el terrorismo para estar atento a América Latina (Zheng et al., 2019).
A causa de la participación de China en la economía mundial, América Latina, especialmente los países sudamericanos, se benefició de un súperciclo de precios elevados en materias primas, fomentado por el crecimiento anual del 10 % que experimentó China en la década de los 2000. En cuanto a la inversión (véase Figura 2), antes de 2010 la presencia de empresas chinas en la región era muy modesta, y se concentraba sobre todo en el Perú, Ecuador o Venezuela. Desde 2010 se han anunciado diversas grandes adquisiciones y proyectos de inversión, y las empresas multinacionales chinas mantienen una presencia relevante en diversas de las economías más importantes de la región. Con respecto a la distribución, los flujos de inversión chinos suelen destinarse a Brasil, Perú, Argentina, Ecuador y Venezuela (Pérez Ludeña, 2017).

Evolución de la inversión de China en ALC (millones de dólares) y sus porcentajes sobre el total de la inversión de China en el exterior (2015–2019). Fuente: elaboración propia a partir de datos de China Global Investment Tracker.
Sin embargo, desde principios de la segunda década del siglo XXI, el crecimiento en China se ha desacelerado. Actuando como la fábrica mundial durante décadas, China sufre consecuencias medioambientales que suponen desafíos serios para su desarrollo sostenible. Tiene que abandonar el modelo tradicional de perseguir el crecimiento del PIB (producto interior bruto) a ciegas y empezó a edificar una “civilización ecológica”. América Latina percibe la creciente inversión del capital chino en el extranjero, capital que busca grandes mercados de consumo y la reducción del exceso de capacidad (Creutzfeldt, 2015).
La asistencia exterior china en América Latina también ha aumentado significativamente en los últimos años, convirtiéndose en un factor importante en la relación entre ambas regiones. China ha proporcionado una gran cantidad de ayuda financiera y técnica a los países latinoamericanos, incluyendo préstamos, donaciones, inversiones y capacitación. Los proyectos financiados por China abarcan una amplia gama de sectores, desde la infraestructura y la energía hasta la agricultura y la educación. Esta asistencia ha sido bien recibida en muchos países latinoamericanos, que ven en China un socio confiable y un contrapeso frente a los intereses de los países occidentales. Sin embargo, algunos críticos han cuestionado la transparencia y la sostenibilidad de estos proyectos, y han expresado preocupación por la posible dependencia de los países latinoamericanos de la financiación china (Lo Brutto & Rodríguez Albor, 2022).
A su vez, China puede contribuir a reducir la brecha de la región en materia de infraestructuras, logística y conectividad, cosa que estimularía la aparición de cadenas de valor regionales. Además de sectores tradicionales como las industrias extractivas, la generación de energía, la agricultura y las infraestructuras, recientemente los inversores chinos, ya sean de empresas privadas o dependientes del Estado, han diversificado su perfil invirtiendo en industrias de alta tecnología y servicios. En 2018, la plataforma china de transporte virtual de pasajeros Didi Chuxing adquirió la empresa brasileña 99 Taxi (CEPAL, 2019, p. 14); la filial de pagos del gigante chino del comercio electrónico Alibaba, Ant Financial, se comprometió a invertir 100 millones de dólares en la oferta pública inicial del procesador de tarjetas brasileño Stone Co., Ltd. (Reuters, 2018a); la empresa china de juegos y redes sociales Tencent Holdings Ltd. adquirió una participación minoritaria en la empresa brasileña de tecnología financiera Nubank (Reuters, 2018b). En 2019, China Aerospace Science and Technology Corporation y la empresa espacial internacional argentina Satellogic llegaron a un acuerdo para lanzar satélites a una constelación de observación de la Tierra (MercoPress, 2019). Cuantitativamente, estas empresas no pueden competir con las grandes compañías petroleras y mineras, pero están repensando el enfoque sectorial tradicional y haciendo sitio a inversiones chinas más diversificadas en la región.
5 Del Norm-Taker al Norm-Maker
A partir de la Reforma y Apertura, China viene adaptándose a normas y políticas internacionales establecidas por las naciones occidentales para integrarse en la comunidad internacional. Sin embargo, en las últimas décadas, China ha tomado un papel más activo en la creación de normas y estándares globales, especialmente en el ámbito económico.
Un ejemplo claro de ello es la iniciativa china “la Franja y la Ruta” (BRI, abreviación en inglés), que busca crear una red de infraestructuras y relaciones comerciales entre Asia, Europa y África. Esta iniciativa, liderada por China, se ve como una forma de promover los intereses chinos y de crear nuevas normas y estándares en el comercio y las inversiones. China también ha liderado la creación del Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (BAII), que busca financiar proyectos de infraestructuras en Asia. Los principales socios comerciales, prestatarios o destinos de inversión de China, como Argentina, Bolivia, Chile, Ecuador, Perú y Venezuela, son todos “miembros potenciales” del BAII (Koleski & Blivas, 2018). El BAII es una alternativa al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional (FMI), y deja ver cómo China está tratando de crear nuevas instituciones y normas globales que reflejen sus intereses. Otro ejemplo de la creciente influencia de China en la creación de normas globales es el desarrollo de tecnología de telecomunicaciones, como la red 5G. China es líder en la creación de esta tecnología y promueve su aplicación en todo el mundo.
Algunos analistas hablan de estas prácticas colectivamente como el Consenso de Pekín, así como alternativa al Consenso de Washington (Liu, 2019). El Consenso de Washington se refiere a un conjunto de políticas económicas que pretendían ayudar a los países en vías de desarrollo afectados por la crisis. Estas prescripciones fueron promovidas por el FMI, el Banco Mundial y el Tesoro de los Estados Unidos, y recomendaban reformas estructurales para mejorar el mercado libre a cambio de subvenciones. Las indicaciones de los Estados Unidos sirvieron de nexo material e ideológico entre la periferia y el centro capitaneado por Estados Unidos. No obstante, desde la crisis económica de 2001, los países latinos han sufrido una privatización, desregulación y liberalización unilateral de su economía. El auge de varios gobiernos de izquierda y de centroizquierda a lo largo de casi una década permitió recuperar el papel del Estado y reforzó sus funciones (Vadell, 2019).
A este lado del Pacífico, el desarrollo pacífico de China ha desafiado a la determinista teoría liberal como único método de desarrollo. Los mecanismos convencionales del neoliberalismo, como la propiedad privada, la liberalización económica y política, no son clave en el camino hacia el crecimiento de China. Cuando el Partido Comunista Chino instituyó el régimen derrotando al Kuomintang en la guerra civil, China erradicó el dominio imperialista y confiscó, sin negociación, las propiedades extranjeras con el fin de implantar una soberanía económica total, hecho que estableció las bases para la industrialización. Las reformas sociales y agrarias acabaron con los obstáculos de los grupos de interés para las reformas económicas posteriores.
Desde la reforma y apertura de 1978, China ha sumado a la independencia y la autosuficiencia una estrategia de puertas abiertas basada en el intercambio internacional, inversiones extranjeras, introducción de ciencia y tecnología avanzadas. El desarrollo de China se respalda en un método de prueba y error en un contexto internacional y nacional único. Aunque otras economías no puedan copiar fácilmente el modelo chino, éste efectivamente demuestra que la democracia liberal no es un requisito previo para el crecimiento. El logro de China no se atribuye a “seguir ciegamente un conjunto de prescripciones ideológicas, sino a resolver una serie de crisis graves con flexibilidad e imaginación” (Zhang et al., 2019).
No obstante, otros países en vías de desarrollo suelen estar influenciados por el poder transversal ideológico del mundo occidental, y sus responsables políticos y líderes de opinión simplemente atribuyen los problemas de estas naciones al atraso de sus sistemas políticos, que no son tan progresistas como los de los países desarrollados. Así, se han registrado varias “revoluciones de color” promovidas bajo pretexto de la “democracia” y la “libertad” que convierten choques económicos y sociales en conflictos políticos. Esta es la razón por la cual China no impone ninguna condición política ni modelo de desarrollo a cambio de ayuda o inversiones. Esta flexibilidad ha permitido a China mantener relaciones amistosas con países políticamente diversos mientras persigue sus objetivos. En Pekín se cree que la cooperación económica tendría que prevalecer sobre la divergencia política y que el éxito de la primera favorecería las relaciones políticas. Esta estrategia viene perpetuándose desde la década de los noventa y a lo largo del nuevo milenio.
6 Del bilateralismo al multilateralismo
Más allá del bilateralismo, China también ha participado en canales multilaterales oficiales, como el Grupo de Rio, Mercosur y otras organizaciones regionales, mediante mecanismos de diálogo y consulta. En 2008, China publicó su primer documento político en relación con Latinoamérica y el Caribe, en el cual aclaraba los principios y los objetivos de China en el desarrollo de las relaciones con América Latina (China, 2008). Fue la primera vez que se afirmó claramente, en un documento oficial, que China consideraba las relaciones sino-latinoamericanas una “cooperación estratégica” y que China se empeñaría en desarrollar “una colaboración plena con igualdad y beneficios mutuos”. Es más, la crisis económica de 2008 provocó que Estados Unidos y Europa tuvieran problemas en su situación interna. China es uno de los pocos países que ha mantenido el impulso económico y que ha ayudado América Latina a superar la crisis mundial (Nolte, 2013).
Desde que Xi Jinping asumió la presidencia, en 2013, la política exterior china se ha vuelto más activa y asertiva. China está dispuesto a ir más allá del bilateralismo y a fortalecer la relación con América Latina y el Caribe en conjunto. En los primeros tres años de presidencia, el presidente chino visitó la región en tres ocasiones. La primera tuvo lugar sólo dos meses después de su investidura. Visitó México, Costa Rica, Trinidad y Tobago y convocó reuniones de alto nivel a agentes en Antigua, Barbuda, Bahamas y Jamaica. Es importante tener en cuenta que los países del Caribe no son destinos tradicionales de los presidentes chinos. Así, la visita de Xi apunta a una estrategia de aumentar la influencia de China en esta subregión. Al hacerlo, Pekín también puede presionar a países que todavía mantienen relaciones oficiales con Taiwán, teniendo en cuenta que América Latina, especialmente Centroamérica y el Caribe, es un escenario importante de competencia diplomática entre Pekín y Taiwán. En los últimos años Panamá, El Salvador y República Dominicana, Nicaragua y Honduras rompieron sus relaciones oficiales con Taiwán y las establecieron con Pekín.
Sólo un año después, en 2014, el presidente chino hizo un segundo viaje a Brasil, Argentina, Venezuela y Cuba. Durante la visita, propuso un nuevo marco de cooperación entre China y América Latina que posteriormente se tradujo en el Foro China-CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños). La primera cumbre del Foro tuvo lugar en 2015 en Pekín y emitió tres documentos: Declaración de Pekín, Acuerdos Institucionales y Plan de Cooperación (2015–2019). Estos documentos cristalizan una nueva propuesta del presidente chino: el marco de cooperación “1 + 3 + 6”. El “1” significa un plan que se refiere al Plan de Cooperación quinquenal con el objetivo de lograr un crecimiento inclusivo y un desarrollo sostenible; el “3” indica tres motores para promover el desarrollo integral, que son el comercio, la inversión y la cooperación financiera; y el “6” indica seis campos prioritarios: energía y recursos, construcción de infraestructuras, agricultura, manufactura, innovación científica y tecnológica, y tecnologías de la información (Xi, 2014). El foro refleja mecanismos de diálogo chinos basados en “acuerdos no vinculantes, voluntarismo y consenso, derivados de la tradición de la cooperación Sur-Sur.” La estructura institucional flexible permite a China “combinar estrategias multilaterales y bilaterales, creando un plan muy flexible para gestionar las relaciones internacionales a escala regional” (Jakóbowski, 2018). Además, la agenda de la cooperación sino-latinoamericana ha trascendido la esfera económica tradicional y ha aflorado en cuestiones socioculturales, políticas e incluso de seguridad. Esta tendencia queda bien patente en el segundo documento político chino sobre la región.
El nuevo libro blanco, publicado en 2016, también se centra en la cooperación de capacidades. Indica un modelo 3 × 3, que se refiere a la creación de capacidad en logística, generación de energía y tecnología de la información; la construcción de relaciones más sólidas entre las empresas, la sociedad y el gobierno; la mejora de los fondos, los préstamos de crédito y los canales de financiación de seguros. Otra novedad es la mención a la “comunidad de destino compartido”, un término reiterado por los líderes chinos en numerosas ocasiones multilaterales e internacionales. Subraya la importancia estratégica de la región para China, así como un enorme espacio de cooperación e intercambio entre ambas partes.
Además, China busca activamente apoyo de los países de la región para nuevas instituciones multilaterales. El discurso oficial chino dice que la zona de Latinoamérica y el Caribe es una “extensión natural” de la BRI, y que los países de esta región empiezan a dar apoyo a la BRI con un esfuerzo por acceder a la financiación de infraestructuras. El mundo actual es testigo de una tendencia al proteccionismo y a la globalización inversa. Con la decisión de la administración Trump de romper el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, según las siglas en inglés), los miembros del TPP en Latinoamérica y el Caribe, concretamente Chile, México y Perú, oscilan más hacia China, y la renegociación del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLCAN) en torno a su compromiso del “America first” podría estimular todavía más el compromiso chino con la región (Wise & Chonn Ching, 2017).
El rechazo reiterado de las instituciones multilaterales por parte de Trump ha dañado gravemente la credibilidad de Estados Unidos. Incluso con Biden en el Gobierno y su Administración jaleando al multilateralismo con entusiasmo, la pandemia y el rescate económico dejarán desatendido su tradicional “patio trasero”. Como dice la experta latinoamericana Zuleta (2020), “una negligencia general y una política exterior históricamente reaccionaria e inconsistente hacia la región han provocado una situación en que los vínculos entre Estados Unidos y América Latina sólo son cordiales superficialmente”. Es posible que Estados Unidos se encuentre en una posición incómoda, en la que desee recuperar su poder y disgregar la influencia de China en la región, pero no puede esperar que los países latinos corten sus lazos con China sólo por la charla vacía de los Estados Unidos. Durante la pandemia, cuando los países ricos acaparan vacunas sin tener en cuenta una distribución equitativa, las empresas farmacéuticas chinas pueden proporcionar vacunas con condiciones de transporte y almacenaje más fáciles, un factor clave en los países menos desarrollados.
Debido a la pandemia, la recuperación económica de China tendría que depender más del gasto público y del consumo, tal como se recoge en el decimocuarto Plan Quinquenal (2021–2025). La “doble circulación” reducirá la dependencia excesiva de la economía china de la mundial, y la hará más resiliente frente a la volatilidad y la incertidumbre. Eso no implica, en ningún caso, la desconexión de China del mundo exterior. La firma de la Asociación Económica Integral Regional (RCEP, según las siglas en inglés) y del Acuerdo Integral de Inversión UE-China muestran una apertura continuada y el compromiso de China para con la competencia leal. América Latina puede hacerse sitio en el gran mercado y la completa cadena industrial de China, abierta tanto a los sectores públicos como privados de todas las economías, siempre que estas respeten la integridad territorial de China y se basen en el respeto y los beneficios mutuos. La mejor apuesta por la región podría ser tratar flexiblemente con superpotencias, socios y economías flexibles y fundamentados en sus intereses nacionales.
7 Conclusión
Las relaciones entre China, América Latina y el Caribe han experimentado un notable cambio en las últimas décadas, pasando de un vínculo muy limitado y enfocado en lo político a un amplio y diversificado compromiso económico y comercial. En este artículo se han analizado los cambios y continuidades en la relación entre ambas regiones a lo largo de la historia contemporánea.
Los Cinco Principios de Coexistencia Pacífica y la política de Una Sola China son dos pilares fundamentales de la política exterior china. Estos principios, que preserva China desde la década de 1950, se han convertido en una piedra angular de la política internacional del país. En el contexto de las relaciones entre China y América Latina, estos principios son esenciales y garantes para mantener una relación estable y pacífica. China insiste en que la política de Una Sola China es la base de sus relaciones con cualquier país y espera que otros países le respeten la soberanía e integridad territorial. Además, en la práctica los Cinco Principios se han traducido una política de no intervención de China en los asuntos internos de otros países, incluyendo América Latina. China ha evitado tomar partido en conflictos políticos o militares en la región y siempre enfatiza la importancia y prioridad de la negociación pacífica y el en materia de cuestiones internacionales. También se esfuerza en la búsqueda de una cooperación más estrecha en áreas como el comercio y la inversión. China proporciona ayuda financiera y técnica a varios países de la región procurando intensificar las relaciones comerciales.
Al mismo tiempo, la relación entre China y América Latina ha experimentado importantes transformaciones. Durante décadas del siglo XX, China y América Latina mantuvieron una relación floja y poco relevante. Entre otros factores, la distancia geográfica, las barreras culturales, los diferentes modelos políticos e ideológicos contribuyeron a ese despego. Sin embargo, con la apertura económica china y la necesidad de buscar nuevos mercados y proveedores de recursos naturales, y sobre todo la complementariedad económica entre China y América Latina, ambas partes se reconocen recíprocamente la importancia. Actualmente, China es el segundo socio comercial de América Latina después de Estados Unidos.
Durante la década de 2000, el comercio entre China y América Latina se caracterizó por el boom de las materias primas. Los países de la región, ricos en recursos naturales, encontraron en China un mercado ávido de materias primas para alimentar su creciente industria y su población en expansión. Y al mismo tiempo, en los últimos años particularmente, China ha diversificado el portafolio de inversiones en América Latina, y ha aumentado su presencia en sectores como la energía verde, el servicio bancario, la tecnología, etc.
Además, China ha pasado de ser un receptor de normas y políticas internacionales a ser un norm-maker global, que está tratando de influir en la formulación de agendas internacionales. Esto se debe en gran parte a la creciente presencia económica y política de China en distintas regiones del planeta. Otro cambio significativo en la relación entre China y América Latina es la transición del bilateralismo al multilateralismo. En el pasado, las relaciones entre China y la región se centraban principalmente en acuerdos comerciales y de inversión bilaterales. Sin embargo, en los últimos años, China ha comenzado a participar en foros y mecanismos multilaterales. Esta transición hacia un enfoque más multilateral ha permitido a América Latina sostener voz más fuerte en la cooperación global y ha llevado a una mayor participación de China en la región latinoamericana.
Funding source: Agencia de Gestión de Ayudas Universitarias y de Investigación
Award Identifier / Grant number: EMC/2703/2019
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Research funding: The author is grateful for support from the Agencia de Gestión de Ayudas Universitarias y de Investigación (EMC/2703/2019).
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Author contributions: All authors have accepted responsibility for the entire content of this manuscript and approved its submission.
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Competing interests: Authors state no conflict of interest.
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Informed consent: Not applicable.
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Ethical approval: Not applicable.
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