Home 50 años de la relación bilateral sino-argentina: historia y desafíos
Article Open Access

50 años de la relación bilateral sino-argentina: historia y desafíos

  • Lucas Villasenin ORCID logo EMAIL logo
Published/Copyright: June 6, 2023

Introducción

En febrero de 2022 se cumplieron 50 años de la relación bilateral entre China y Argentina. Es un buen momento para poder recordar la historia de esta relación, sus hitos fundacionales, los consensos diplomáticos alcanzados y, también, poder analizar el estado actual de esta relación bilateral. En las últimas décadas el vínculo entre ambos países se ha fortalecido particularmente por el incremento del comercio y la llegada de inversiones de capitales chinos a la Argentina. La relación comercial asimétrica plantea desafíos para revertir la situación actual y obliga a que la Argentina planifique su relación estratégica con la nueva potencia global. En este artículo tratamos de entender el pasado y la actualidad de una relación que cumple 50 años y que requiere ajustes para poder potenciar su fortalecimiento en el futuro.

Abstract

In February 2022, the 50th anniversary of the bilateral relationship between China and Argentina was celebrated. It is a good moment to be able to recall the history of this relationship, its fundamental consensus reached adn, also, to be able to analyze the current state of this bilateral relationship. In recent decades, the link between the two countries has been particularly strenghtened by the increase in trade and the arrival of Chinese capital investments in Argentina. The asymetric trade relationship poses challenges to reverse the current situation and forces Argentina to plan its strategic relationship with the new global power. In this article we try to understand the past and the present of a relationship that is celebrating its 50th anniversary and that requires adjustments in order to strenghten it in the future.

1 Introducción

En febrero de 1972 comenzó oficialmente la relación bilateral entre China y Argentina y a más de 50 años es importante reseñar la historia de esta relación, sus hitos fundacionales, los consensos diplomáticos alcanzados y, también, poder analizar el estado actual de esta relación bilateral. En este artículo buscaremos analizar las razones por las cuales se ha fortalecido la relación bilateral durante las últimas décadas teniendo en cuenta los sustanciales cambios en la relación comercial y la llegada de inversiones desde el país asiático.

A partir de un análisis de la situación actual intentaremos destacar cuáles son los principales desafíos que enfrenta el vínculo entre una nueva potencia global como la República Popular China y un país que tiene las particularidades de Argentina. Teniendo en cuenta los intereses particulares de cada una de las partes intentaremos esbozar cuáles son los principales problemas a resolver, desde qué perspectiva pueden ser abordados y qué soluciones posibles se pueden encontrar.

Actualmente la relación comercial asimétrica plantea desafíos para revertir la situación actual y obliga a que la Argentina planifique su relación estratégica con la nueva potencia global. En este artículo tratamos de entender el pasado y la actualidad de una relación que cumple 50 años y que requiere ajustes para poder potenciar su fortalecimiento para desarrollar un futuro compartido.

2 Breve historia de la relación diplomática sino-argentina

La República Argentina, al igual que la mayoría de los países del continente, comenzó su vínculo diplomático con la República Popular China tardíamente. A pesar de hitos históricos que se llevaron a cabo durante el primer gobierno de Juan Perón como el envío del trigo al país asiático que rompió el bloqueo norteamericano en 1950 o la primera delegación latinoamericana constituida por el presidente de la Unión Industrial Argentina y funcionarios de comercio exterior que visitó la República Popular China en octubre de 1954, formalmente Argentina no mantuvo relaciones diplomáticas con la República Popular China recien fundada hasta varias décadas después.

Hasta 1972 Argentina continuó reconociendo a la representación china en Taiwan, tal como lo hacía la misma Organización de Naciones Unidas. A excepción de un estrecho acercamiento de sectores militares durante la dictadura de la Revolución Argentina (en 1966) las relaciones no fueron dinámicas como en el caso de países vecinos como Paraguay que al día de hoy continúa sin reconocer a la República Popular. Durante los 27 años en los que Argentina mantuvo vínculos con la República de China dirigida por el Kuomintang solo se llevaron a cabo dos acuerdos: un Tratado de amistad en 1947 y un Convenio Cultural en 1966.

En octubre de 1971 el gobierno dictatorial de Alejandro Lanusse, tomando distancia del anticomunismo pro Taiwan de su antecesor Juan Carlos Onganía, se abstuvo en la famosa resolución 2758 de la Organización de Naciones Unidas que habilitaría el histórico reconocimiento de la República Popular China. Entre el periodo trascurrido en esa votación y la visita del presidente norteamericano Richard Nixon a aquel país a finales de febrero de 1972, Argentina fue uno de los primeros países de la región en formalizar relaciones con la República Popular.

El 16 de febrero, adelantándose al histórico viaje de Nixon, ambos países dieron a conocer el inicio de relaciones diplomáticas y Argentina dio por finalizado su vínculo con la representación de la República de China (Taiwán). El “Comunicado Conjunto sobre el Establecimiento de Relaciones Diplomáticas entre la República Popular Argentina y La República Popular de China” emitido en Bucarest comienza destacando los principios de la política exterior del país asiático: “respeto mutuo a los principios de soberanía, integridad territorial, no intervención en sus asuntos internos o externos, igualdad y beneficio mutuo”.[1]

Desde aquel comunicado quedaría marcado que la relación entre ambos países está vinculada a reclamos de integración territorial entre los cuales China y Argentina son mutuamente solidarios. La República Popular China reafirma su derecho a ejercer la soberanía sobre Taiwán y la Argentina sobre “la zona marítima adyacente a sus costas” lo cual incluye a las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur ocupadas por Gran Bretaña.

Este comunicado fue el resultado de las gestiones diplomáticas que Argentina había comenzado en agosto de 1971 en Rumania y que se habían mantenido en secreto para evitar la interferencia y presión del gobierno de Estados Unidos. Uno de los principales escollos para esta relación y el diálogo eran las presiones en Argentina de militares con estrechos vínculos con Taiwán que no deseaban finalizar el vínculo diplomático con la República de China y que se enfrentaban a la decisión de reconocer a la República Popular en la ONU y en las relaciones bilaterales.

Desde el establecimiento de relaciones diplomáticas en 1972 se pueden reconocer hitos que marcaron a todos los procesos políticos que vivió el país con la República Popular China. Uno de los primeros hitos históricos luego del inicio de relaciones en 1972 fue la visita de María Estela Martínez de Perón en mayo del año siguiente. La esposa del líder argentino en los pocos meses que duró el gobierno de Héctor Cámpora, visitó China en una gira por Asia que incluyó también el paso por Corea del Norte. El objetivo del viaje era preparar un futuro viaje del Perón y la gira tuvo una gran relevancia para China, en tanto que la delegación argentina fue recibida por el mismísimo Zhou Enlai.

La orientación teórica compartida por el peronismo y el pensamiento de Mao de situar a Argentina y China dentro de los países no alineados a los imperialismos (norteamericano y soviético) tiñó a esta visita de un gran valor ideológico para la época. A pesar de la relevancia simbólica, este viaje no redundó en resultados políticos concretos y la visita de Juan Perón, quien había mantenido un diálogo epistolar con Mao Zedong, nunca se llevó a cabo.

Durante los distintos gobiernos peronistas de la década de 1970, la relación entre ambos países no tuvo avances significativos. Un ejemplo de ello lo expresa la ausencia de acuerdos o tratados firmados entre 1973 y 1976. A pesar de las expectativas comerciales que favorecieron al inicio de las relaciones bilaterales y las ventajas de un posible entendimiento entre los gobiernos peronistas y el chino, los primeros años de la relación bilateral carecieron de hitos significativos.

Si María Estela Martínez de Perón fue la primera presidenta en visitar China en la historia, el dictador Jorge Videla sería el primero en visitar el país asiático en ejercicio de la presidencia de la nación. El comienzo de la dictadura cívico-militar en 1976 coincidió históricamente con los convulsionados meses entre marzo y diciembre que separaron los fallecimientos de los dos principales líderes de la República Popular China hasta ese momento: Mao Zedong y Zhou Enlai. A pesar de que durante esos meses el único hecho significativo fue el reconocimiento del Estado chino a la nueva dictadura, poco tiempo después la relación bilateral tomaría un impulso sin precedentes en los años previos.

La política internacional de la dictadura argentina no discriminaría a China por sus definiciones ideológicas. En febrero de 1977 se llevó a cabo el primer acuerdo comercial entre ambos países y también se realizó la primera exportación de aceite de soja. Un año después, el ministro de Economía, José Martínez de Hoz visitó China y en junio de 1980 se daría la primera visita oficial de un mandatario en la relación bilateral sino-argentina cuando Jorge Videla arribó a Beijing y fue recibido por el primer ministro Hua Guofeng y por Deng Xiaoping. Durante los años que duró la dictadura cívico-militar se dio un salto cualitativo y cuantitativo en la relación entre ambos países. No solo se multiplicó la exportación argentina de granos (Oviedo, 2010) sino que se firmaron un total de 15 acuerdos y tratados que incluyeron asuntos financieros, comerciales, científicos y culturales.

Un párrafo aparte merece la cuestión Malvinas en la relación sino-argentina en el conflicto bélico iniciado en abril de 1982. Un día después del desembarco de tropas argentinas sobre el territorio ocupado por Gran Bretaña aquél país presentó en la ONU un proyecto que solicitaba el cese de hostilidades y el retiro de tropas argentinas. China, como miembro permanente del Consejo de Seguridad, tenía el poder de veto del que no hizo uso, decidiendo abstenerse en la resolución. La cuestión Malvinas que había hermanado los reclamos anti-imperialistas de ambos países desde el reconocimiento mutuo en 1972 sufrió un impase en los años posteriores a la guerra cuando el Gobierno chino decidió evitar las referencias al asunto Malvinas mientras negociaba con Reino Unido la restitución de Hong Kong a la República Popular. La política de apertura y pragmatismo internacional impulsada por Deng Xiaoping buscaba evitar los temores despertados por la República Popular en decenios anteriores en el mundo occidental. Esta orientación iba a contramano del esporádico brote de patriotismo de la dictadura argentina.

Con el gobierno democrático de Raúl Alfonsín en la década de 1980 se llevaron adelante importantes avances en la relación bilateral. A los acuerdos culturales, educativos o comerciales durante el gobierno radical se les sumaron la firma de importantes documentos que iniciaron el vínculo entre ambos países en el desarrollo de la energía nuclear para fines pacíficos, la exploración antártica y la investigación espacial. En mayo de 1988 se firmó el acuerdo para la apertura del consulado argentino en Guangzhou del cual participó Raúl Alfonsín, siendo el primer presidente democrático del país en visitar el país asiático.

Durante los gobiernos de Carlos Menem es de destacar que, a pesar del concepto construido de una política internacional pos-ideológica que suponía un alineamiento directo con Estados Unidos, Argentina mantuvo una orientación que lo diferenció de aquellas potencias occidentales que aprovecharon las tensiones abiertas por los sucesos en la plaza Tiananmen en 1989 para intervenir en la política interior china. El Gobierno argentino evitó cualquier tipo de intromisión en la política interna del país asiático y mantuvo una activa diplomacia durante los años posteriores mientras las potencias occidentales buscaban aislar al Gobierno de la República Popular. La visita de Menem en noviembre de 1990 fue la primera de un mandatario occidental luego de las tensiones internas (que derivaron en externas) durante aquel año (Oviedo, 2010). El presidente argentino volvería a visitar China en octubre de 1995.

Los dos años que duró el gobierno de Fernando De La Rúa (entre 1999 y 2001) tuvieron dos hitos significativos para la relación bilateral. El primero fue la primera visita de un mandatario de la República Popular China a la Argentina cuando Jiang Zemin llegó al país en abril de 2001. La visita del presidente chino fue parte de una gira latinoamericana y una devolución de gentilezas por la visita de De La Rúa en Beijing en septiembre del 2000. El otro importante se dio en el apoyo de Argentina al ingreso de China a la Organización Mundial del Comercio en noviembre de 2001. El Gobierno argentino había firmado con su par chino el apoyo a esta decisión en una negociación arancelaria de marzo del año 2000.

El gobierno de Eduardo Duhalde, posterior a la crisis de 2001, como un gobierno de transición y sumamente debilitado en su capacidad de proyectar las relaciones internacionales, no contó con hechos importantes en su vínculo con la potencia asiática. Según el sinólogo argentino Eduardo Oviedo, el hecho más destacado durante la presidencia de Duhalde fue el reconocimiento por primera vez del principio de “una sola China” luego que desde Taiwan se cuestione este principio durante y luego del cambio del régimen político en la isla (Oviedo, 2010).

El periodo presidencial entre 2003 y 2007 liderado por Néstor Kirchner se encuentra claramente entre los más dinámicos para la relación entre ambos países. Durante esos cuatro años se alcanzó la firma de 19 acuerdos, cartas de intención y memorándums, un número demasiado superior al de los gobiernos precedentes. Kirchner, al igual que todos los presidentes electos democráticamente, visitó China en junio de 2004 y ese mismo año a través de un memorándum Argentina reconoció al país asiático como economía de mercado.[2] Esta definición en aquel momento iba a contramano de la decisión de los gobiernos de las potencias occidentales que seguían aplicando discriminaciones sobre la economía China a pesar de su ingreso a la OMC (que tampoco la consideraba “una economía de mercado”). Esta decisión influyó claramente en el compromiso de China de aumentar sus importaciones generando uno de los ciclos más virtuosos para la balanza comercial de Argentina.

En noviembre de 2004 Hu Jintao visitó Argentina en un viaje que estaría marcado por dos definiciones relevantes. La primera tuvo que ver con la firma de un memorándum en la cual se define que la relación sino-argentina tiene carácter estratégico, lo cual le otorgaba la misma categoría de relevancia a Argentina y a Brasil para la lógica diplomática china y, la segunda definición, fue el anuncio de una gran cantidad de inversiones en Argentina que con el correr de los años pocas se llevarían a cabo. Entre los acuerdos firmados durante los años que gobernó Kirchner se destacan acuerdos en materia de cooperación ferroviaria, defensa y en el ámbito del turismo y el deporte.

Los 8 años entre 2007 y 2015 en los cuales Cristina Fernández de Kirchner ejerció la presidencia se pueden señalar como el periodo en el que la relación bilateral cobró más intensidad. Durante esos años se firmaron más acuerdos y memorándums que en cualquier otro ciclo de gobierno aunque la relación entre ambos países también se destacó por tensiones en materia comercial. Cristina Kirchner visitó el país asiático en enero de 2010 y en febrero de 2015 mientras que Xi Jinping visitó Argentina en julio de 2014. En esta visita a Buenos Aires se firmó la declaración conjunta sobre el establecimiento de la asociación estratégica integral entre ambos países.

Durante los primeros años de la presidencia de Cristina Kirchner, Argentina comenzó a tener una balanza comercial deficitaria con China. En el mismo periodo, se agudizaron las tensiones entre ambos países debido a la denuncia de dumping en las exportaciones chinas al país y las medidas de restricciones a las importaciones desde el país asiático. Esas tensiones llevaron a que durante 2010 y 2011 se suspendieran parcialmente las compras chinas de porotos y aceite de soja.

A pesar de la tensión en el intercambio comercial, las inversiones durante los gobiernos de Cristina Kirchner, y particularmente en su segundo mandato comenzaron a crecer sustancialmente. Las inversiones chinas en obras de infraestructura para el trasporte y la generación de energía (con represas, centrales nucleares, trenes, vías férreas, etc.) superaron a las que se llevaron adelante en cualquier otro gobierno. La firma de acuerdos alcanzó a nuevas áreas como las de infraestructura para la comunicación, la protección ambiental, el intercambio de monedas (“swaps”), la colaboración en los programas chinos de exploración espacial o las ciencias médicas. Otro hito importante se dio en junio de 2014 cuando el G77 más China apoyó la iniciativa presentada por Argentina en la ONU sobre los “Principios Básicos de los Procesos de Reestructuración de Deuda Soberana”.

Durante los cuatros años del gobierno de Macri entre 2015 y 2019 la relación bilateral no tuvo grandes cimbronazos, pero sí inconvenientes que debilitaron el vínculo entre ambos países. Las huellas diplomáticas demuestran que se mantuvo una activa relación en materia de firma de acuerdos que no tuvo precedentes en tan poco tiempo en gobiernos anteriores. Pero más allá del antecedente de que el mismísimo Franco Macri (padre, del ex presidente) tuviera un estrecho vínculo empresarial y político con el Gobierno chino,[3] las relaciones entre ambos países estuvieron lejos de ser dinámicas.

Mauricio Macri continuó con la tradición de los presidentes electos argentinos de viajar a Beijing y lo hizo en una ocasión especial: el Foro internacional “la Franja y la Ruta” celebrado en 2017. En diciembre del año siguiente Xi Jinping llegó a la Argentina para participar de la cumbre del G20 en la cual se reunió con el presidente argentino y firmaron un total de 35 acuerdos.[4]

En los años de tensión internacional de la administración Trump en Estados Unidos el Gobierno argentino mantuvo acciones que se entendieron como hostiles desde el país asiático. Un primer conflicto se dio en el mes de febrero de 2016 cuando se hundió un buque pesquero chino que se encontraba en los límites de la zona marítima exclusiva. Otro conflicto de mayor envergadura y que involucró directamente los diálogos entre mandatarios estuvo ligado a las trabas del Gobierno argentino a las obras y los conflictos con empresarios locales en la construcción de las represas Néstor Kirchner y Jorge Cepernic en Santa Cruz. Estas obras de las cuales participa China Gezhouba Group Corporation estuvieron prácticamente paralizadas por momentos.

Además, el Gobierno argentino tensó la relación con China en la víspera de la llegada de Obama al país en marzo de 2016 cuando suspendió la construcción de la central nuclear Atucha III que esperaba contar con inversiones provenientes de China. En diciembre de 2016 Argentina llegó a presentar siete investigaciones antidumping en contra de China y el ministro de producción, Francisco Cabrera, cuestionó la definición de China como economía de mercado.

La hostilidad sin precedentes hacia la República Popular China se modificó rápidamente con la llegada de Alberto Fernández a la presidencia. Los primeros dos años de su gobierno estuvieron marcados estrictamente por la pandemia global del Covid-19 y la relación bilateral entre ambos países tuvo resultados sumamente positivos. China se transformó en 2020 en el principal proveedor de insumos médicos y sanitarios con la “Operación Shanghai” que incluyó la llegada 35 vuelos y 5 buques para enfrentar la pandemia. Y, en 2021, se transformó en el principal proveedor de vacunas llegando a un acuerdo para producir la vacuna de Sinopharm en el país.

Pero no todo fue administración de la pandemia durante los primeros dos años del gobierno de Alberto Fernández en su relación con China. En un primer año marcado por la sinofobia impulsada por Trump, el presidente Alberto Fernández mantuvo importantes conversaciones que marcaron una buena relación con Xi Jinping. El presidente argentino fue invitado a sucesivos eventos empresariales de los que participó virtualmente. Uno de los hitos más importantes fue la incorporación de Argentina al Banco Asiático de Inversión e Infraestructura que se votó en el Senado en 2020 y se materializó el ingreso en abril de 2021. Además, de renovarse el swap de monedas entre los bancos centrales, también desde los primeros meses de gestión se reactivaron las obras de infraestructura paralizadas durante los años anteriores.

En febrero de 2022, coincidiendo con la apertura de los Juegos Olímpicos de invierno y los 50 años de las relaciones diplomáticas entre ambos países, Alberto Fernández visitó a Xi Jinping en Beijing. En esta visita también se anunció la apertura del cuarto consultado en Chengdú (que se suma a los de Beijing, Shanghai y Guangzhou) y el presidente visitó Centro Tecnológico Huawei.

La delegación argentina que también incluyó a varios gobernadores fue protagonista de uno de los encuentros bilaterales más importante de la historia compartida por ambos países. Además del apoyo argentino a China ante los intentos de sabotaje diplomático a los Juegos Olímpicos de Beijing o del apoyo del gobierno asiático a la soberanía argentina sobre Malvinas a 40 años de la guerra, se firmó el memorándum para la incorporación de Argentina a la Iniciativa de la Franja y la Ruta. Con su incorporación Argentina se sumó a los 140 países que ya están adheridos en todo el mundo y a los 19 países de América Latina y el Caribe que lo hicieron desde 2017. Mientras que países como México, Brasil y Colombia son algunos de los principales países de la región que aún no han firmado, con la firma del memorandum, Argentina se transformó en el país más grande del continente americano por susuperficie y su población en suscribirla Iniciativa. A partir de este acuerdo el Gobierno argentino anunció concretar inversiones y obras por un total de 23 mil millones de dólares.

Tampoco todas fueron buenas noticias para la relación bilateral. Durante el gobierno de Alberto Fernández, uno de estos inconvenientes se da en torno a la instalación de granjas productoras de carne porcina para la exportación que son boicoteadas por grupos ambientalistas en Argentina. Y, tampoco todas las declaraciones del presidente argentino pueden entenderse como favorables al vínculo con el país asiático. Esto lo demuestra cuando en su gira Europea de mayo de 2022 declaró ante la Deutsche Welle preferir la relación con la Unión Europea sobre China.[5]

La relación sino-argentina en términos diplomáticos ha tenido una aceleración en las últimas décadas y acompañó al crecimiento del protagonismo global de China. Es importante destacar la seriedad con la que fue tomada la relación con China de parte de Argentina durante las últimas décadas a pesar de la inestabilidad política, económica y social. Eduardo Oviedo señala: “La conformación de una verdadera política de Estado y sub-tendencias en la política exterior hacia China refuta el argumento falaz de pensar en el manejo no profesional de Argentina, cuando la realidad histórico-política demuestra lo contrario” (Oviedo, 2010). A pesar de los conflictos circunstanciales y de las diferencias entre los gobiernos hay cuestiones de Estado que se mantienen con el pasar de los años.

El reconocimiento de la República Popular de China no fue seriamente puesto en duda desde 1972, al igual que la defensa de la integridad territorial que hermana intereses con la cuestión Malvinas. La creciente relación comercial, financiera y de inversiones afianzaron la relación bilateral y llevaron a tomar seriamente y con relativa prolijidad esta relación diplomática durante las últimas décadas.

Además, la población china en Argentina es la cuarta comunidad migrante y el creciente interés por la cultura china ha aumentado durante los últimos años.[6] Los intercambios educativos, la apertura de tres Institutos Confucio, el creciente aprendizaje del idioma chino mandarín y el aumento de la conexión interministerial y subnacional son elementos que favorecieron a estrechar la relación durante los últimos años.

También hay que reconocer las dificultades que no solo se limitan a las distancias geográficas y culturales. En términos diplomáticos los principales conflictos se vincularon a cuestiones comerciales durante las últimas décadas. Aún antes de la llegada de Macri, entre 1995 y 2015, Argentina presentó 75 medidas antidumping contra China a partir de investigaciones de la OMC (Sevares, 2016). El poder de la principal potencia manufacturera del mundo durante las últimas décadas fue asumido por momentos como una amenaza para las industrias argentinas. Además, ha sucedido que las inversiones chinas han quedado entrampadas al interior de la dinámica política local debido a cambios de gobiernos o que los empresarios chinos han encontrado grandes dificultades para comprender la dinámica sindical o de los movimientos ambientalistas.

Este breve resumen histórico de las últimas cinco décadas permiten compartir la conclusión de Jorge Taiana. El ex canciller argentino sostiene que esta relación estuvo profundamente marcada por dos tendencias: el periodo de grandes reformas junto al gran crecimiento de la economía china por un lado, y periodos de gran inestabilidad política y económica argentina (Taiana, 2018) (Tabla 1).

Tabla 1:

Tratados, acuerdos, convenios, actas y memorándums firmados durante los periodos de gobierno entre Argentina y China.

Gobierno Tratados/Acuerdos/Convenios/Actas/Memorandums Años
Dictadura presidida por Lanusse 1 1972–1973
Gobiernos peronistas 0 1973–1976
Dictadura Cívico-Militar 15 1976–1983
Gobierno de Alfonsín 15 1983–1989
Gobierno de Menem 13 1989–1999
Gobierno de De La Rua 6 1999–2001
Gobierno de Duhalde 2 2002–2003
Gobierno de Kirchner 19 2003–2007
Gobierno de Fernández de Kirchner 60 2007–2015
Gobierno de Macri 46 2015–2019
Gobierno de Fernández 8 2019–2022
Total 177
  1. Cuadro propio. Fuente: Biblioteca digital de la Cancillería de la República Argentina. Datos a mayo de 2022 en: https://tratados.cancilleria.gob.ar/busqueda.php?consulta=si&modo=c.

3 Una relación económica asimétrica

3.1 Comercio

Al igual que en los otros países de América Latina, el vínculo con la República Popular China se transformó de una manera acelerada principalmente a partir de las relaciones comerciales establecidas en las últimas dos décadas. En el caso argentino, como en la mayoría de los casos latinoamericanos, el comercio con China creció más en las últimas décadas que el vínculo comercial que se mantuvo con los países europeos, norteamericanos y entre los mismos países de la región.

Desde 2008 China se transformó en el segundo socio comercial para las exportaciones de Argentina por detrás de Brasil. En Argentina la balanza comercial comenzó a ser crecientemente deficitaria con el país asiático justamente a partir de ese año, aunque ese desequilibrio se redujo en los últimos años con la caída de las importaciones causada por la crisis económica iniciada en 2018 y el impacto de la pandemia de Covid-19 en 2020.

Desde 2008, Argentina mantiene una balanza comercial deficitaria con China y en el año 2020, esta situación ha alcanzado su punto máximo con un saldo negativo de 3 270 millones de dólares según datos de INDEC (sigla del Instituto Nacional de Estadística y Censos).[7] En términos generales se puede hacer referencia a que se observa una asimetría en el plano cuantitativo y cualitativo de la relación comercial.

El gran desequilibrio es primero cuantitativo. Hace más de una década Argentina mantiene una balanza comercial deficitaria con China y llegó a alcanzar aproximadamente los 8 000 millones de dólares anuales en 2017 y 2018. Se trata de la relación comercial más deficitaria del comercio internacional argentino.

En segundo lugar, esta asimetría también es cualitativa. Según el Informe País China 2020[8] elaborado por la Agencia Argentina de Inversiones y Comercio Exterior que incluye los datos de 2018 y 2019, Argentina tiene saldos negativos en el comercio exterior con el país asiático a partir de la compra de productos de los rubros máquinas y aparatos eléctricos, máquinas y artefactos mecánicos, y productos químicos orgánicos. Mientras que China tiene un saldo positivo a partir de la exportación de semillas y frutos oleaginosos, carne y despojos comestibles y pescados y crustáceos. Esta relación es sumamente despareja también desde el punto de vista del valor agregado que implican estas exportaciones e importaciones.

Mientras Argentina importa una gran diversidad de insumos ligados principalmente al funcionamiento de las industrias locales, el 73 % de las exportaciones del año 2019 se concentran en dos productos: porotos de soja y carne bovina. El 95,5 % de las exportaciones argentinas a China en 2020 se incluyen en el rubro de productos primarios y manufacturas de origen agropecuario. Mientras que en el mismo año solo el 15,8 % de las importaciones pertenece al rubro bienes de consumo siendo la amplia mayoría productos de los bienes intermedios, los bienes de capital y sus piezas y accesorios.

En la segunda década del siglo XXI China se ha consolidado como el segundo destino de exportaciones y el segundo proveedor de importaciones de Argentina. El primero de ellos continúa siendo Brasil con quien argentina tiene una balanza comercial más equilibrada y en las exportaciones se destacan las manufacturas de origen industrial como los vehículos y autopartes. Es importante comprender que la dinámica comercial con China para Argentina muestra características estructurales que corresponden a la división internacional del trabajo y que difícilmente pueden ser revertidas a corto y mediano plazo.

Es necesario asumir dos cuestiones estratégicas para la dinámica comercial. La primera de ellas es que el rol de China como principal potencia manufacturera del mundo no es algo circunstancial ni se puede menguar su relevancia con trabas comerciales. Argentina ya pasó una etapa de intentar trabar las importaciones de China cuando la relación comercial empezó a ser deficitaria entre 2008 y 2011 y una década después es difícil encontrar a quien pueda sostener la ventaja de esa decisión que conllevó más problemas para las mismas exportaciones argentinas.

Además, es imprescindible comprender la segunda cuestión ligada a las características de la demanda de la economía argentina y la oferta china. Las importaciones desde China en los últimos años se vinculan a dos fenómenos que no se pueden perder de vista. El primero tiene que ver con que estas importaciones están directamente vinculadas a la producción industrial del país. Los bienes intermedios, los insumos y los bienes de capital que demandan los sectores de la economía con más oportunidades laborales también presenta la creciente demanda de productos elaborados en China. Incluso, buena parte de las exportaciones argentinas, como el caso de la industria automotriz y de autopartes, aumenta inmediatamente la demanda de importación de insumos en la medida en que crecen sus ventas a países vecinos como Brasil.

El otro fenómeno que se destaca particularmente en la última década es el salto cualitativo de la economía china en su desarrollo. Hace 10, 20 o 30 años atrás su economía podía competir con sectores de la industria local (textil, juguetes, calzado, etc.). El objetivo de sus exportaciones más que maquinaria o insumos intermedios se concentraba en bienes de consumo que competían directamente con la industria local. Una fase de desarrollo basado en el excedente de mano de obra barata transformó a China en un competidor imposible de alcanzar para industrias locales de la enorme mayoría de los países del mundo. La buena noticia para Argentina, y que también lo reflejan las estadísticas, es que la importación de bienes de consumo está lejos de ser predominante y cada día tiene menos protagonismo. El desarrollo chino actualmente está más vinculado a las patentes del 5G y a la innovación tecnológica que a la exportación de productos baratos que compiten con la industria local. China es el principal proveedor de la industria local desde 2006. En los últimos cambió el componente de sus exportaciones a Argentina de bienes de consumo a bienes de capital. Desplazó en el rubro de bienes de capital a otros proveedores de América y Europa (Girado & Burgos, 2018).

Teniendo en cuenta esta realidad, es difícil que Argentina pueda revertir una balanza comercial deficitaria aunque pueda potenciar aún más sus exportaciones y logre sumar valor agregado en las mismas o prescindir de ciertos insumos reemplazados por proveedores locales o regionales. Argentina, al igual que países como México, demanda más de China cuanto más crece la producción local e incluso sus exportaciones. Aunque a diferencia de México que exporta esos productos a Estados Unidos, Argentina lo hace a Brasil. Lo fundamental para pensar el futuro de esta relación comercial es la planificación con el objetivo de encontrar los mecanismos de compensación que favorezcan al desarrollo local. Por ejemplo, Argentina podría tener aún una balanza comercial más deficitaria de la que tiene pero en función de sus importaciones y un plan de desarrollo podría multiplicar sus exportaciones a la región. O, también, el país podría asumir las consecuencias de un comercio bilateral deficitario compensando la situación con inversiones que favorezcan al desarrollo productivo y tecnológico o la construcción de infraestructura estratégica ligada al financiamiento de capitales chinos.

3.2 Inversión Extranjera Directa

Según los datos ofrecidos en 2020 por la Conferencia del Comercio y Desarrollo de las Naciones Unidas (UNCTAD)[9] Argentina tiene un serio problema con la recepción de inversiones extranjeras directas. Las cifras de inversiones en el país están prácticamente en las mismas dimensiones que hace dos décadas y son peores que las de todos los países de Sudamérica (excepto Venezuela) (Tabla 2Tabla 4).

Tabla 2:

Inversiones extranjeras directas recibidas por Argentina.

Inversiones extranjeras directas (en millones de USD)
Año 2000 Año 2010 Año 2019
67 601 85 591 69 170
  1. Cuadro propio. Fuente: UNCTAD. Versión digital: https://unctad.org/system/files/official-document/wir2020_en.pdf.

Tabla 3:

Importaciones y exportaciones de Argentina.

Total de importaciones y exportaciones (en miles de millones de USD)
Año 2000 Año 2010 Año 2019
51 621 124 957 114 240
  1. Cuadro propio. Fuente: INDEC. Consultar en: https://www.indec.gob.ar/indec/web/Nivel4-Tema-3-2-40.

Tabla 4:

Inversiones extranjeras directas de China en el exterior.

Inversiones extranjeras directas de China (en millones de USD)
Año 2000 Año 2010 Año 2019
27 768 317 211 2 099 400
  1. Cuadro propio. Fuente: UNCTAD. Versión digital: https://unctad.org/system/files/official-document/wir2020_en.pdf.

El estado de las inversiones extranjeras directas está totalmente desacoplado de la evolución del volumen del comercio internacional en las últimas décadas. Mientras que en las últimas dos décadas el comercio se duplicó, principalmente por las importaciones y exportaciones con China, las inversiones en el país no crecieron al mismo ritmo. Si bien es cierto que el país asiático comenzó a tener una presencia con inversiones en el país, sus dimensiones están lejos de alcanzar el protagonismo que tiene en el comercio. China se ha asegurado un lugar en el podio de socios comerciales de Argentina, pero sus empresas no están en el tope de la lista a la hora de invertir en el país.

En las primeras décadas del siglo XXI la inversión extranjera de China en Argentina fue baja en comparación con la de otros países (Estados Unidos, España. Holanda, Chile o Brasil). Se centró principalmente en movimientos relacionados con la instalación de petroleras (como Sinopec y CNOOC) y entidades financieras como el ICBC en el país (Lopez & Ramos, 2014). En estos casos se trató de la adquisición de empresas pre-existentes. Una de las primeras grandes empresas chinas que se instaló en Argentina fue la empresa Huawei, que a partir de 2001 comenzó a instalar oficinas planificando su desarrollo en la región desde Argentina.

Tal como señala Santiago Bustelo, las inversiones chinas están lejos de limitarse al sector primario de la economía (Bustello, 2018). Las inversiones de ese país en Argentina exceden ampliamente a aquellas más renombradas en torno a la generación de energía, transporte o a la exportación de productos primarios. En los últimos años, también han crecido en protagonismo las inversiones de empresas de telecomunicaciones, de baterías de litio o de automóviles.

A partir de las principales inversiones que involucran a empresas e instituciones estatales chinas en el país se puede entender que claramente reflejan las necesidades estratégicas de encontrar en América Latina a un gran proveedor de alimentos y energía. Pero también es de destacar que en el caso argentino hay una vocación explícita para ampliar no solo la cantidad de áreas en las que actualmente intervienen capitales chinos sino también la contribución al desarrollo productivo del país.

Aunque usualmente no se tiene en cuenta por sus dimensiones en la balanza comercial, Argentina además de porotos de soja y carne, también exporta satélites. Así como en el caso de la soja Argentina prácticamente dejó de exportar aceite para exportar el poroto, también es importante señalar que en los proyectos de industrialización del litio de Argentina (produciendo baterías o vehículos eléctricos) están involucrados capitales chinos. En relación con las inversiones de China en Argentina más que trazar una tendencia clara y difícil de revertir -tal como sucede en la relación comercial- estamos ante un incipiente protagonismo que necesita la planificación de horizontes.

3.3 Financiamiento

Según la State Administration of Foreign Exchange (SAFE por sus siglas en inglés) que registra el flujo de activos externos del Banco Central de China, el sector bancario local e instituciones financieras, entes gubernamentales y del sector no financiero, el flujo de activos hacia Argentina es más bajo que el flujo hacia otros países de la región como Chile, Colombia, Ecuador, Perú y Uruguay. Si bien los datos brindados por la SAFE no involucran al total de las inversiones extranjeras directas y al flujo de financiamiento, sí son relevantes para dimensionar la situación en la que se encuentra la región y, en particular, Argentina respecto al creciente protagonismo global de China (Tabla 5).

Tabla 5:

Activos de inversion de cartera externa de China en Sudamérica.

Activos de inversión de cartera externa de China (2019) (en millones de USD)
Países Total % total regional
Argentina 100,0 2,0
Bolivia 1,5 0,0
Brasil 3 419,3 68,3
Chile 353,9 7,1
Colombia 458,1 9,1
Ecuador 115,9 2,3
Paraguay 66,3 1,3
Perú 362,9 7,2
Uruguay 123,1 2,5
Venezuela 6,4 0,1
Total global de activos 645 981,0
Total regional de activos 5 007,6
  1. Fuente: State Administration of Foreign Exchange (SAFE). Version digital: https://www.safe.gov.cn/en/2020/0529/1692.html.

Si bien el flujo de activos desde China hacia Argentina ha sido bajo durante los últimos años, no ha sucedido así con el financiamiento obtenido por el país en tiempos precedentes. Entre 2005 y 2017 Argentina fue el tercer país de la región en recibir financiamiento desde China con un total de 18 200 millones de dólares, por detrás de Venezuela y Brasil. En estos casos sí el financiamiento otorgado por el China Development Bank, el ICBC y el China Exim Bank fueron destinados a inversiones en obras vinculadas al sector del transporte y de la generación de energía (Bustello, 2018).

La vigencia de intercambios de monedas desde 2009 denominadas swaps es uno de los mecanismos financieros que muestran el vínculo de Argentina con China. La progresiva renovación y ampliación de los mismos demuestra que en esta área se ha mantenido un vínculo consolidado en el tiempo entre ambos bancos centrales a pesar del fortalecimiento del Yuan y la devaluación del Peso. La última renovación de los mismos swaps se dio en julio de 2020 por un monto equivalente a 18 500 millones de dólares.

Teniendo en cuenta la aceitada relación comercial y financiera que alcanzaron Argentina y China durante las últimas dos décadas, resulta prioritario replantearse cómo revertir una relación asimétrica fundamentalmente en la calidad del intercambio. Si Argentina busca evitar repetir patrones de relaciones entre países que solo reproduzcan las asimetrías en el desarrollo de ambas economías es necesario entender la complejidad de la situación actual y empezar a tomar decisiones que permitan revertir esta realidad.

Más que etiquetas que sirvan para clasificar una relación que ha convivido con la profundización de la desigualdad entre ambas economías en las últimas décadas, es preciso asumir un diagnóstico preciso de lo sucedido. Si las exportaciones de China a Argentina crecieron, se debe principalmente al acelerado desarrollo productivo de ese país que desplazó a otros mercados en la provisión de insumos en general, maquinaria y productos tecnológicos en particular. Este fenómeno se registra prácticamente en todo el mundo. Mientras tanto, Argentina no ha tenido una política consistente en el aumento y la diversificación de sus exportaciones a China durante las últimas décadas. Por dar dos ejemplos: en China el vino argentino es realmente menos conocido que el vino chileno o Argentina prácticamente no planificó el aumento de la producción de carne en función de la creciente demanda global del país asiático. Un aumento relativo de sus exportaciones estratégicamente planificadas podría haber permitido alcanzar una balanza comercial más equilibrada.

Simultáneamente es justo reconocer que China, a excepción de los conflictos por trabas aduaneras y el cese temporal de la importación de aceite y porotos de soja entre 2010 y 2011, lejos estuvo de impulsar acuerdos políticos que fortalecieran estas tendencias desfavorables para el país. Acá no hubo un pacto Roca-Runciman como sucedió con Gran Bretaña en 1933. China al asumirse igualmente como un país en vías de desarrollo ha acompañado las demandas diplomáticas de Argentina en torno a cuestiones como el endeudamiento externo y ha sido protagonista con sus inversiones de proyectos ligados directamente a los intereses gubernamentales argentinos.

El país asiático ya tiene una presencia importante en la producción agroindustrial y de alimentos en Argentina y eso es difícil de revertirse. Y tampoco hay que evitar el debate sobre qué hacer con los problemas que ese asunto plantea. Es falso que tenemos que ser preciso caer siempre en el dilema de producir para el mercado internacional o para que consuman los argentinos. Con planificación es posible garantizar la mesa de los argentinos y producir alimentos para el mundo, generando ingresos de divisas y creando más y mejores puestos de trabajo en el sector. También es posible superar el estigma de que vender alimentos al mundo y particularmente a China es vender productos baratos y de bajo valor agregado. En el caso de China, con el crecimiento de su clase media y la mejora en los productos que se consumen, es posible convertir al país en un gran proveedor de alimentos de calidad con mayor valor agregado del que ya cuentan.

Teniendo en cuenta esta realidad, resulta prioritario para Argentina entender que del lado chino existió y existe la voluntad de revertir estas asimetrías y que simultáneamente no hay ninguna inercia económica que por sí misma permita lograr objetivos distintos a los alcanzados. El crecimiento de China durante las últimas décadas cambió el mundo fundamentalmente en sus dimensiones económicas y por eso resulta fundamental asumir con una gran dosis de realismo el lugar que Argentina puede y busca ocupar.

4 La oportunidad del realismo periférico con China

Carlos Escudé fue el gran teórico del realismo periférico. El asesor del ex canciller Di Tella es recordado por su apoyo a la política internacional del menemismo en la década de los 90. En su libro de 2012 Principios de realismo periférico, Escudé le atribuye a Deng Xiaoping haber aplicado el realismo periférico para lograr el ascenso del protagonismo chino a escala global (Escudé, 2012).

¿En qué consiste el realismo periférico que permite asimilar procesos con resultados disímiles? Ningún país periférico que aspire a tener mayor protagonismo global y a beneficiarse de sus consecuencias lo puede hacer enfrentando al sistema y a las principales potencias (aquellas que forman parte del Consejo de Seguridad de la ONU). Su tesis se resume en la idea de que: “cuanto más débil es un país, más bajo es el umbral de autonomía externa a partir del cual la libertad de los ciudadanos debe forzosamente disminuir” (Escudé, 2012). Su filosofía política considera que una verdadera democracia internacional es imposible mientras persistan las desigualdades. Hay un rechazo intrínseco a la utopía kantiana de un régimen mundial cosmopolita que regule las decisiones y se hace hincapié en el carácter decisivo de los intereses concretos y locales de cada Estado y sus ciudadanos.

Los países del mundo estarían así divididos entre tres clasificaciones de Estados: Estados hacedores de normas (rulemakers), Estados tomadores de normas (ruletakers) como Argentina y Estados parias o rebeldes. Un punto importante es que estos lugares no estén predeterminados y para eso Escude toma los ejemplos de países que considera que se transformaron en hacedores de reglas luego de décadas de no serlo como los casos de Japón o Alemania, así como Estados que se fueron convirtiendo en parias como Irán o Venezuela.

Bajo la premisa de que la política internacional evite daños a la ciudadanía, el realismo periférico asume que es necesario respetar el orden internacional y avanzar progresivamente hacia mayores niveles de autonomía. Los países periféricos tienen permanentemente una balanza en la que cuanta más libertad tienen en sus decisiones internacionales sin lograr avances en su autonomía, más padecen sus ciudadanos. Un ejemplo de ello sería Corea del Norte que puede desarrollar una bomba nuclear, desafiar a potencias mundiales, pero todo a costa de que sus ciudadanos sufran las consecuencias del bloqueo externo.

El caso del creciente protagonismo de China para Escudé demuestra relativamente las principales tesis del realismo periférico. Como puntos a favor se puede destacar que China aceptó las principales reglas internacionales en diversas áreas durante las últimas décadas y eso le permitió crecer en su protagonismo transformándose en uno de los hacedores de reglas globales.

El realismo periférico que propone Escudé parte del supuesto de que la política exterior en un país democrático debe servir a los ciudadanos facilitando el desarrollo socio-económico. Por esta razón se justifica tener buenas relaciones con potencias como Estados Unidos mientras esta relación no vaya en desmedro de los ciudadanos. El politólogo argentino esgrime como argumento que en la década de los 90, cuando muchos asimilaban sus ideas a las de las “relaciones carnales” con Estados Unidos, en realidad no había tal relación pues nunca se aceptaron propuestas como el ALCA. Pero el gran cambio del realismo periférico de Escudé llegaría con la evidencia de que China se transformaría en la gran potencia del siglo XXI. En este caso los principios metodológicos de analisis adoptados con EE.UU. en las décadas precedentes debían adoptarse respecto a China. En sus conclusiones sobre esta relación estratégica Escudé señalaba:

“Por ser culturalmente más lejana, probablemente haya menos latinoamericanos que se enamoren de China que de Estados Unidos (que siempre fue objeto de la admiración de las derechas neoliberales de la región). Pero concomitantemente, la China generará menos resistencias que Estados Unidos en los sectores “nacionales y populares” de nuestras ciudadanías. Por lo tanto la relación con la superpotencia asiática engendrará menos pasiones, aumentando la factibilidad de instrumentar un verdadero realismo periférico hacia ella” (Escudé, 2012).

El realismo periférico, en la última versión de Escudé, es una herramienta teórica útil para identificar la importancia estratégica de la relación de Argentina con China. Pero tiene el déficit de asimilar la relación con China a la que en el pasado y aún en el presente se mantiene con Estados Unidos. Más allá de las diferencias conocidas entre ambas potencias es preciso resaltar que Argentina se encuentra ante una oportunidad inédita en su historia a la hora de construir su relación con una potencia global. Para beneficiarse de esta relación hace falta un cambio en la cosmovisión del mundo eurocentrista que aún predomina. Este cambio podría permitir comprender los intereses chinos y construir las condiciones de un camino en el cual Argentina también identifique los propios.

La virtud del realismo periférico es identificar al interés nacional por sobre las preferencias culturales e ideológicas a la hora de planificar las relaciones internacionales. Escudé también acierta al momento de asumir que su campo de estudio es propio de una filosofía de las relaciones internacionales y no el de una ciencia de cuño positivista. Tener en cuenta los intereses nacionales en un país “periférico” supone aplicar todo el tiempo un inteligente análisis de las correlaciones de fuerzas en función de las necesidades de la población de cada país. Pero, si bien es cierto que hay hacedores y tomadores de reglas, el ascenso del protagonismo de China no se da en un contexto global armónico en el cual un nuevo actor se incorpora a la mesa de las potencias. Por eso no es casual que en los últimos años la presencia china en los países periféricos se encuentre plagada de ataques y cuestionamientos desde Estados Unidos y desde sectores de las élites locales.

En un mundo en el que las reglas globales funcionan a cuentagotas y es difícil definir quién toma o deja de tomar reglas, las decisiones unilaterales cada vez tienen más fuerza. Así se demostró con la distribución de vacunas contra el Covid-19 en regiones como América Latina en la que luego del fracaso de mecanismos de distribución global y la prioridad de Estados Unidos de vacunar a sus ciudadanos, China se transformó en el principal proveedor de vacunas. Esta situación obliga a replantear cómo se debe llevar adelante la relación con China teniendo como prioridad la defensa de los intereses nacionales.

5 ¿Cómo construir una relación de beneficio mutuo?

Ante esta situación, además de un profundo realismo, que entienda los intereses de cada parte, hace falta una profunda creatividad política que sea capaz de ser llevada adelante con audacia y eficacia. Argentina si pretende revertir esta relación económica asimétrica con China debe asumir que solo es posible lograrlo con voluntad política y planificación.

La integración con la dinámica económica china no es neutral o tiene valoraciones positivas y negativas per se. El dinamismo de su crecimiento y su relevancia global obliga a tener que planificar esta relación a mediano y largo plazo. Si el Estado no juega un papel activo e inteligente lo que seguirá creciendo en función de este vínculo es la concentración de la riqueza, el daño ambiental, nuevas formas de precarización y superexplotación.

Es necesario que la relación con China se sustente sobre nuevas lógicas. Para lograr un país con justicia social no alcanzan los parches o fomentar una nueva fase de crecimiento y desarrollo con las lógicas que conocimos hasta el momento. Es fundamental cambiar la concepción sobre el Estado y los sujetos sociales para ese mismo crecimiento y ese desarrollo.

Si la inercia económica no lleva a revertir esta relación asimétrica, es fundamental que asuman la responsabilidad tanto el Estado como los actores sociales para imprimir una nueva perspectiva estratégica a los proyectos vinculados con la República Popular China. Para lograr algunos de estos objetivos es importante que predominen nuevas maneras de trabajar en la relación bilateral e incorporar a nuevos actores. Para garantizar los derechos laborales se deben integrar orgánicamente a los proyectos las cooperativas de trabajadores y a los sindicatos. Para garantizar el control ambiental y sanitario se deben involucrar las organizaciones ambientales y una diversidad de las entidades estatales. Para garantizar la transferencia de tecnología se deben incluir más instituciones públicas dedicados a la investigación y el desarrollo (universidades, Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas CONICET, etc.). También puede ser precisa la creación de nuevas entidades, empresas públicas y acuerdos regionales para gestionar recursos estratégicos y asegurar que sirvan para el desarrollo del país.

La relación bilateral entre China y Argentina es una gran oportunidad para lograr que Argentina se inserte en nuevas cadenas de valor global, avanzando en un desarrollo científico y tecnológico asociado a una de las principales potencias. Alcanzar estos objetivos depende de planificar esta relación teniendo en cuenta no solo los intereses del pueblo argentino sino también su protagonismo. Argentina debe subir a la escalera del crecimiento y el desarrollo mientras China aún la mantenga abierta y para eso son fundamentales las iniciativas de las cuales prácticamente ningún área del Estado puede estar excluida.


Corresponding author: Lucas Villasenin, Universidad de Buenos Aires, Andres Chazarreta 2310, 1713 Buenos Aires, Argentina, E-mail:

Bibliografía

Badaró, M. (2022). Introduction: China in Argentina – Ethnographic perspectives of a global expansión. In M. Badaró (Ed.), China in Argentina. Ethnographies of a global expansion (1st ed., pp. 1–18). Palgrave Macmillan. https://link.springer.com/book/10.1007/978-3-030-92422-5 10.1007/978-3-030-92422-5_1Search in Google Scholar

Bustello, S. (2018). Las relaciones económicas entre Argentina y China en el contexto de América Latina. En X. Liu, G. Girado, & C. Feng (Eds.), China y Argentina. Cooperación e intercambio en la nueva era de la Reforma China (1st ed., pp. 127–150). Universidad de Lanús.Search in Google Scholar

Escudé, C. (2012). Principios de realismo periférico. Una teoría argentina ante el ascenso de China. Ediciones Lumiere.Search in Google Scholar

Girado, G., & Burgos, M. (2018). Crecimiento económico y desarrollo de Argentina y China en la nueva era (1980 a la actualidad). En X. Liu, G. Girado, & C. Feng (Eds.), China y Argentina. Cooperación e intercambio en la nueva era de la Reforma China (1st ed., pp. 101–126). Universidad de Lanús.Search in Google Scholar

Lopez, A., & Ramos, D. (2014). Argentina y China: nuevos encadenamientos mercantiles globales con empresas chinas. Los casos de Huawei, CNOOC y Sinpoec. En E. Dussel Peters (Ed.), La inversión directa de China en América Latina: 10 casos de estudio. Red ALC-China, UUALC, UNAM. https://www.redalc-china.org/redalcchina_2014_10casos.pdf Search in Google Scholar

Oliva, C. (2018). Argentina y China, continuidades y ajustes de una relación. En X. Liu, G. Girado, & C. Feng (Eds), China y Argentina. Cooperación e intercambio en la nueva era de la Reforma China (1st ed., pp. 127–150). Universidad de Lanús.Search in Google Scholar

Oviedo, E. (2010). Historia de las relaciones internacionales entre Argentina y China. Editorial Dunken.Search in Google Scholar

Sevares, J. (2016). China en 2016. En K. Fiezzoni, G. Girado, J. Malena, C. Moneta, M. Peralta, N. Radulovich, C. Ramón-Berjano, J. Sevares, & M. Velloso (Eds.), Reforma Política, programas de desarrollo e inserción económica internacional (1st ed., pp. 67–80). Consejo argentino para las relaciones internacionales.Search in Google Scholar

Taiana, J. (2018). Las relaciones entre China y Argentina en el tiempo. En X. Liu, G. Girado, & C. Feng (Eds.), China y Argentina. Cooperación e intercambio en la nueva era de la Reforma China (1st ed., pp. 127–150). Universidad de Lanús.Search in Google Scholar

Published Online: 2023-06-06
Published in Print: 2023-03-28

© 2023 the author(s), published by De Gruyter, Berlin/Boston

This work is licensed under the Creative Commons Attribution 4.0 International License.

Downloaded on 23.9.2025 from https://www.degruyterbrill.com/document/doi/10.1515/sai-2022-0011/html
Scroll to top button